Capítulo 11: San Valentín

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Presente: Enero, 2022

No me gusta esto de vivir con Izan y Stella, se levantan muy temprano el fin de semana, desayunan junto a Dean, entre ambos lavan y limpian, se turnan para cambiar el pañal al niño.

Y yo... bueno, no puedo decir mucho de mí. Me puse ropa cómoda, no quiero lucir elegante o tan arreglada para ver a Kevin.

Recojo mi bolso y salgo de la casa de mi hermana y mi cuñado, pero me detengo de golpe. Frente al antejardín hay un jeep negro esperando, y apoyado en su costado hay un hombre que la ley reconoce como mi esposo.

Finjo no haberlo visto y avanzo hacia la acera, debo ir a la parada de autobuses para llegar a la zona donde está el departamento.

—¡Didi! —Isaac trota hasta alcanzarme, se interpone en mi camino y sonríe—. Vamos, te llevo.

—No, gracias —, intento pasar por su lado, pero no me deja, se mueve lo suficiente para volver a interponerse en mi camino.

—Aunque te vayas en autobús iré a ese lugar, probablemente llegue antes que tú —me advierte. Lo miro fijamente a los ojos, es una piedra en mi zapato cuando se lo propone.

—Bien —gruño y volteo hacia su jeep, se apresura en correr para abrirme la puerta, su sonrisa es enorme en el momento que lo miro a los ojos—. Eres insoportable, Isaac Valencia —le aseguro.

—Y tú te ves muy guapa hoy —, me guiña el ojo y cierra la puerta en cuando estoy sentada en el lugar del copiloto.

Sacudo la cabeza e intento fingir que no me ha hecho sentir bien ese cumplido.

El simple hecho de imaginarlo frente a un Kevin enfadado me pone los vellos de punta, es un maldito psicólogo, mi ex novio bien podría noquearlo de un sólo golpe mientras Isaac le habla de los conflictos causados por traumas de la niñez.

—¿Por qué esa cara, Didi? —me cuestiona Isaac, baja la música del radio y pasa los cambios para poner el auto en movimiento.

—Oh, no lo sé, tal vez es mi cara de "voy a ver a mi ex novio con el que me iba a casar pero no pude porque ya estoy casada y yo no tenía idea" —siseo con sarcasmo.

—No seas dramática, Didi, no es para tanto —dice como si realmente lo creyera—. Fue una confusión, nada más.

—Fue un error —contradigo.

—Estoy casi cien porciento seguro de que nos casamos antes de acostarnos por primera vez, eso dice mucho y te aseguro que no fue un error —, volteo la cabeza en su dirección como la niña del exorcista, mi impulso es golpearlo, realmente me gustaría darle una palmada en la nuca y decirle que es un estúpido insensato, pero me resisto y lo agarro del cuello del suéter para acercarlo a mí. Por supuesto, espero a que el semáforo esté en rojo para hacerlo, no soy suicida, ya pasé por mi etapa oscura en la adolescencia.

—Isaac, me estás desquiciando —le advierto, sus labios se estiran en una lenta y maliciosa sonrisa que me enfurece aún más—. No vuelvas a mencionar nada acerca de lo que pudimos ser. Te lo exijo.

Sus ojos marrones me evalúan, siento que está analizando cada poro de mi rostro.

—Bien, no lo haré —acepta con desenvoltura—. Pero eso no evitará que siga recordando tu cuerpo. Cada centímetro de él —susurra y sonríe de esa forma que tanto detesto.

Dientes blancos, alineados, colmillos ligeramente más grandes que el resto de su dentadura y cara de bebé. Hay gente a la que no me gusta eso, pero fue precisamente la fingida inocencia de Isaac la que me enloqueció hace años atrás. Esa cara de "no te rompería el corazón jamás, lo juro por la garrita" me convenció de que él podía hacerme feliz. Qué estúpida.

Querido orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora