Los chicos del grupo se encontraban ansiosos por nuestra salida a la playa, mientras que a mí sinceramente no me entusiasmaba del todo. No podía quejarme, debido a que en este pueblo no podía esperar una playa azulada con mucho sol y eso era algo que no me tenía tan contenta como a los demás. Me encontraba en la mesa mientras comíamos, Tobías bromeaba con Mike y Eric sobre las cosas que haríamos en La Push esta tarde mientras que a la par estaba Jessica y Angela discutiendo sobre algún tema trivial a lo cual no le estaba prestando atención. De pronto, me pregunté dónde estaría Bella.
Apenas levanté mi mirada buscándola ella ya se dirigía hacía donde yo estaba, sentándose a mi lado con una expresión casi boba y las mejillas sonrojadas. Los demás no le prestaron atención, pero yo sí.
—Invité a Edward —habló por fin, haciendo que la mesa se quedara en silencio.
—¿Cullen? —preguntó Mike, cosa que hizo a Jessica rodar los ojos.— ¿Por qué? no es como si nos lleváramos con él o algo.
—Bueno, yo digo que Bella puede invitar a quién quiera, además tendremos más compañía —apoyó Angela, Tobías y Eric asintiéndole a Mike, que se limitó a rodar los ojos.
Después de un par de segundos en silencio y que cada quien haya retomado su tema de conversación, Bella se dirigió a mí.
—Deberías invitar a Alice —sugirió y yo enseguida casi como si me sintiera observada, negué ferozmente.
—¿Qué? definitivamente no —mi amiga me codeó y pensé en lo absurdo que sonaba eso, Alice parecía ser una persona ocupada.— Además, ya lo intenté y me dijo... que no le gustaba la playa.
Bells me miró con pena, para luego acariciar mi brazo.
—Veo lo que hay entre ustedes, esas pequeñas interacciones, sé que te gusta —Bella habló más bajito y yo sentí el pánico llegar a mi cuerpo, no quería que nadie se enterara.
Pues claro que me gustaba Alice Cullen, solo me faltaba valor para afrontarlo.
—¿No te resulta raro? —miré a Bella nerviosa, esperando alguna mirada que juzgue mi sentir pero sólo encontré con unos ojos castaños que me veían con serenidad.
—El amor, Sofía, no tiene porqué ser raro.
Y ahí entendí que me estaba juntando con la persona correcta, el hecho de que Bella pensara de esa forma me hacía sentir de alguna manera; más segura de mis sentimientos. Mi amiga junto a mí, me apretó la mano en un gesto que claramente comprendí como un “te apoyo” y sonreí. Isabella era un ángel.
