Con los nervios floreciendo en su piel como si se tratase de las primeras semanas de primavera, Viviana verificó cada punta del hogar de Warren. Tenía la excusa perfecta para deambular por la casa de uno de los hijos de los hechiceros más prominentes de Evigheden. Aunque Warren mantenía un perfil bajo, no era un detalle que hubiera pasado por alto.
Era mucho más humilde de lo que esperaba, con muchos tonos blancos y marrones. Los techos eran altos y una gran escalera en forma de espiral conducía a un pasillo que se dividía en dos habitaciones cerradas. Al final del corredor, una gran vidriera mostraba los jardines de la propiedad, mucho más extensos que los que poseían su melliza y ella. Viviana se detuvo en una de las puertas, como si esperaba que su curiosidad la abriera.
Era de madera, agrietada y antigua, el pomo tambaleaba con la mínima ráfaga de viento. Parecía estar a punto de desencajar.
¿A quién pertenecía esa habitación?, ¿vivía solo?, ¿lo visitaban sus padres?, ¿y su molesto hermano? Ni siquiera tenía alguna foto de su infancia, o rostros que parecía necesitar recordar. De entre las grietas, si tan solo se inclinaba podría observar... No, no podía ser impertinente.
Tenía que centrarse en el problema mayor, uno que acechaba y tentaba contra su vida mortal.
Volvió escaleras abajo, encontrándose con Ciara sentada en una silla con un té caliente en mano. Estaba temblando.
—¿Quieres un té, Viviana? —preguntó el hechicero desde la cocina. No se giró a verla, supo que llegó a pesar de haber sido sigilosa, ¿los latidos de su corazón la habrían delatado?
Aquellos que nacen en el árbol madre mantienen apariencias humanas, aunque sus cualidades no son las mismas. Sus corazones laten mucho menos que los de un ser humano y por ello respiran solo lo necesario. Siempre fue inquietante compartir una carrera con otros niños y percatarse que ella era la única que luchaba por recuperar el aliento a bocanadas.
—Te lo agradezco, pero ahora necesito soluciones. —comentó, abrazándose a sí misma—. Tengo que ir a por él.
Warren detuvo el tintineo de la taza con la cucharilla y alzó la vista hacia ella. Ciara se volteó de un respingo.
—¿Esa es la solución que buscas? No intenta asustarte, porque en el poco tiempo que os habéis conocido, sabe que no lo conseguirá. Eres astuta, y él quiere jugar a favor. Quiere que lo busques.
—Volvamos. —sentenció Ciara—. Al mundo humano, con mamá. Ella tenía razón, jamás debimos estar aquí. Tu obsesión hará que te hagan daño, o... peor.
Viviana rehuyó la mirada de ambos, negando con la cabeza.
—Este es mi hogar y no dejaré que el primer inconveniente vuelque mis años de práctica. Si Teivel me busca, iré a por él, pero no como él imagina. —Se restregó la sudorosa palma de la mano contra el vestido sucio e inhaló—. Debo ir a Noctus. Le pagaré con la misma moneda y sabrá que esto no es un juego.
—Ir a Noctus es más peligroso de lo que imaginas, Viviana. Diez alumnos de Solaris han muerto en la prueba, diez. Tú y yo sabemos que no han fallecido por causas naturales, son insaciables. Buscar a Teivel encenderá sus ansias por seguir su retorcido juego. —suspiró, dejando la taza a un lado—. ¿Realmente ves eso como una solución?
La respuesta más cuerda era un "no" y los tres lo sabían. Lo sabían y sin embargo nadie dijo nada por unos segundos que se extendieron a minutos. Su padre como director de la Academia de Noctus le había enseñado lo fácil que era para ellos despedazarse entre sí, ¿qué serían capaces de hacerle a ella si ni ellos mismos se respetaban?
—Yo no pienso quedarme para verlo. Me iré. —Ciara dejó la taza sobre la mesa y se levantó.
—No puedes volver a casa. —Le advirtió, haciendo el amago de alcanzarla, pero Ciara se giró hacia ella, agitada.
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La promesa entre estrellas
FantasiaLos sueños suelen permanecer en lo más profundo de nuestra imaginación, pero Viviana los experimenta como realidades perturbadoras, llenas de visiones inquietantes y escalofriantes. En este mundo mágico hasta tus peores pesadillas pueden tomar form...