Capítulo 9

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No importaba cuanto corriera, sentía que no sería suficiente. El pecho se le agitaba por el esfuerzo, los pulmones punzaban con cada bocanada de aire que forzaba de nuevo. Había herido a Kairav Iorwerth, no había manera que saliera impune. Si antes estaba en el punto de mira del grupo Noctus, ahora era el blanco principal.

Una sensación macabra de terrible arrepentimiento la invadió.

No se atrevía a girarse para comprobar si estaba siendo seguida, supuso que si esta vez una flecha la alcanzaba, lo sabría con total certeza.

De repente, una fuerza brutal proveniente de un costado, como una violenta ráfaga de viento, la arrojó nuevamente al suelo. Presa del asombro y creciente miedo, jadeó, buscando ponerse nuevamente de pie. Un intento resultó en un quejido doloroso. No tenía fuerzas para lanzar más hechizos, y el puñal de Warren se había quedado en el hombro de Kairav, estaba totalmente indefensa a lo que sea que aquello fuese.

Un par de manos emergieron entre la niebla que el viento llevó consigo y rodearon su cuello, obstruyéndolo por completo.

—¡Tú! Has herido a Noreen, ¿sabes lo que esos explosivos han causado? —exclamó Teivel, rugiéndole en el oído—. Los humanos ni siquiera pertenecéis aquí, nadie se extrañará de ver tu cuerpo inerte.

Viviana arañó su brazo, intentando por todos los medios de escurrirse, pero era imposible. Teivel estaba usando un hechizo para mantenerla sujeta en el suelo, y por si fuera poco, su cuerpo, que era mucho más grande que el suyo, permanecía sobre ella. Intentó golpearle el rostro, pero para su sorpresa, la fuerza la había abandonado.

Oscuro, cada vez era más oscuro. Se desmayaría. Moriría. ¿Moriría? ¿Así de simple?

—¡Erotta! —vociferó Warren. El hechizo para separar a dos cuerpos funcionó de inmediato, lanzando a Teivel de un golpe brusco y seco al otro lado del bosque—. ¡Viviana! Viviana, respira.

Warren se acuclilló a su lado, sosteniendo su cabeza mientras apartaba algunos mechones de su rostro. Viviana luchó contra las lágrimas que amenazaban con brotar. ¿Por qué se sentía así? La impotencia, el miedo, lo ridículamente vulnerable que realmente era. Toda su vida de entrenamiento podría haber llegado a su fin si Teivel hubiera apretado un poco más su cuello. O si Kairav hubiera decidido acertar su flecha en todas las oportunidades que tuvo.

La práctica jamás te preparaba para la realidad.

—Tenemos que movernos, estamos demasiado cerca de la explosión. ¿Quieres que te cargue?

Inmediatamente, Viviana hizo el intento de incorporarse, ahogando el gemido lastimero en un suspiro.

—Te lo agradezco. De verdad. —Lo miró, Warren sonrió y ella... le devolvió una mueca. Se sintió extraña, no solía recibir ese tipo de reacciones—. Pero preferiría seguir en el suelo a que me lleves en brazos.

Él bufó.

—Veo que todavía tienes algo de humor. —se burló, tomándola de la mano para ayudarla a levantarse. Su palma se sentía más rasposa, como si el tiempo y las experiencias hubieran dejado huella en su piel—. No tienes que agradecérmelo. Accedí a este plan, si algo te llegase a pasar me sentiría responsable.

La oscuridad de sus orbes penetró una barrera que Viviana intentaba interponer entre ambos. Con él se permitía bajar la guardia. Con él, estaba aprendiendo a soltarse y hablar de más. Estaba mal. ¿Estaba mal?

—No eres responsable de lo que me pase. Fue mi idea. —dijo, carraspeando. Con suerte, no había lastimado sus cuerdas vocales.

Miró una última vez hacia donde Teivel había sido lanzado, preguntándose si habría perdido el conocimiento, y de repente, Warren volvió a acaparar su atención con un tirón. Todavía no se habían soltado. Un leve hormigueo recorrió las palmas de sus manos, extendiéndose hacia sus antebrazos. Una sensación que le traía peores escalofríos que estar en la prueba. Lo reconocía. Sabía que algo estaba por suceder.

La promesa entre estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora