Capítulo 11

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Sosegada por el rencor, la traición y el dolor retorciéndose en su estómago como una daga de dos filos hundiéndose en su esternón, Viviana corrió fuera de La Torre de Termitas para dirigirse hacia su yegua, la cual había dejado a su suerte en un lugar repleto de bestias. Warren había accedido a ayudar la causa de su padre, y aunque faltaban detalles, lo primordial estaba claro.

Seguramente estaba implicado desde el principio, lo que significaba que toda falsa amabilidad, toda preocupación e interés, provenían de las órdenes de Balderik. El frío le calaba hasta el hueso con cada zancada que daba mientras atravesaba altos árboles en dirección a un túnel de vegetación. Era el jardín en forma de laberinto, Zafiro debería estar en la entrada pero no la halló.

No tomó en cuenta las pisadas a sus espaldas hasta que una sombra la alertó, obligándola a correr sin mirar atrás, pasando por los aparentemente interminables pasillos del laberinto.

Giraba a la derecha, se detenía de sopetón para atravesar la alta hierba hacia lo que podría ser la salida. Sus piernas ardían por el esfuerzo. Todavía sentía el peso de su cuerpo desde la prueba.

No pudo pensar en su padre, o en la traición de Warren, cuando de pronto, chocó fuertemente contra algo sólido y robusto. La intensidad fue tanta que acabaron perdiendo el equilibrio, y el ancho pecho del contrario encontró atraparla, atajándola en la caída hasta que acabó a horcajadas.

Estaba sobre Kairav Iorwerth.

Inmediatamente llevó su diestra hacia la bota y deslizó la daga, acercando el filo hacia su cuello.
Tan antigua y sin afilar que temía que Kairav no la viera como una amenaza.

—No está bien oir conversaciones ajenas. —Fue lo primero que le soltó, con ese irritante tono suyo que no dejaba paso a la importancia, o al peso de sus palabras.

Se sentía extrañamente cohibida bajo su mirada, habían pequeñas motitas que se crispaban en sus irises. Incluso si ahora la que tenia el control era ella, un remolino de ansiedad la arrulló.

—¿Era ajena? Hablabas con mi padre, y si no oí mal, creo recordar que fui mencionada.

—Ese es el problema de vosotros los humanos, tan endebles que os creéis todo lo que escucháis.
-Intentó elevar un poco las manos, pero Viviana no se lo permitió, endureciendo el agarre.

—No intentes jugar conmigo, cuéntamelo todo.
Como la luz nunca llegaba a Noctus, parecían vivir en una eterna oscuridad.

El aire de la noche trajo frescor, pero el cuerpo de Kairav todavía mantenía el calor de haber estado cerca de una fogata. Su cuerpo estaba caliente, robusto, y olía bien.

—¿O qué? ¿Me matarás? —preguntó socarrón.
Esta vez, era Viviana la que se atrevió a sonreír con sorna.

—He escuchado rumores sobre ti, ¿sabes?

—Llevó la punta de la daga debajo de su mentón—. Dicen que tu sangre es dorada, como tus ojos.

De pronto, Kairav la miró como si hubiera encendido algo, arqueando una de sus cejas.

—¿Por qué no lo averiguas?

—¿No te da miedo morir? —Viviana se inclinó más sobre él.

Intentaba intimidarlo, pero no esperaba que la situación se volviera en su contra cuando, por un descuido, Kairav tenía una de sus manos libres y, en lugar de utilizarla para zafarse, la llevó hasta su rostro, apartándole un mechón de cabello con demasiada delicadeza, como si temiera rozarle la piel.

—No eres una asesina, Viviana Elowen. —Su voz sonaba grave y rasposa.

—Podría serlo.

—Puede, pero no lo eres ahora. Te tiembla la mano.

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⏰ Última actualización: Apr 14 ⏰

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