Maléfica se sentía bastante inquieta por hablar con Regina, así que ambas decidieron sentarse en el piso a acomodar el librero.
– Stephan y yo tenemos prácticamente la misma edad, nos conocimos cuando éramos unos niños, él robaba cosas, porque realmente no tenia nada, yo lo encontré robando una vez y decidí que no podía dejarlo así, empecé a darle parte de las riquezas del páramo. Siempre en el límite ya que él no podía entrar.
– ¿Por qué no?
– Los humanos no pueden entrar, solo aquellos que son permitidos por las criaturas de ahí, como tú –Regina asintió dejándola seguir con el relato–. pasabamos todos los dias juntos, fue él quien me dio mi primer beso, tenía unos 17 años, me enamoré de Stephan.
– ¿Lo dices en serio?
– Si, pero de pronto un día desapareció, ya no estaba esperando por mi en la entrada del páramo y paso bastante tiempo hasta que supe de él, trabajaba para el padre de Briar Rose, como un soldado más. Volvió al páramo con la excusa de hablar y trajo un vino, para ese momento ya pasábamos de los 20.
– ¿Y qué pasó? –dejó los libros a un lado para mirar a Maléfica de frente
– Confíe en él y mientras dormía corto mis alas.
– ¿Tus alas?
– Unas hermosas alas negras de dos metros, se arrastraban en el suelo mientras caminaba y pesaban bastante pero me mantenían en el aire cada vez que quería –la morena noto como la voz de Maléfica se quebraba ante la mención de sus alas, así que se acercó un poco más a ella para poder tomar su mano.
– No sabía que tenias alas.
– Soy un hada negra cariño. Descubrí que Stephan corto mis alas para dárselas al padre de Briar Rose y convertirse en rey, el poder lo cego, olvidándose que un dia yo lo ayude. Me vengue de él, poco tiempo después tuvieron una hija, Aurora y el día que la presentaron jure que al cumplir los 18 años ella se pincharia el dedo con el aguja de una rueca y no despertaría nunca.
– Pero Phillip apareció.
– Y arruino todos mis planes.
– Lo siento.
– ¿Por qué?
– Por que confiaste en alguien que te lastimó.
– Esta bien, ellos hacen su vida y yo estoy contigo.
– Gracias por confiar en mi, Mal.
Una vez que terminaron de arreglar el librero, lo pusieron en su lugar y luego se acomodaron en la cama de Regina quedando las dos frente a frente. Maléfica pasaba sus dedos por el pelo de la menor en una pequeña caricia.
– Debes tener mucho cuidado con tu magia Gina, no quiero que alguien lo descubra y lo use en tu contra.
– Lo sé, estaba furiosa contigo.
– Es difícil para mí confiar en las personas.
– Te entiendo.
– Lo bueno de todo esto es que descubrí que tiene carácter fuerte cariño.
– Te odio.
– No lo haces, no eres capaz de odiar.
– No lo sé, yo creo que soy capaz de eso y me da un poco de miedo lo que podría llegar a hacer mi odio.
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Mi enorme dragón..
Fanfiction¿Qué pasaría si Maléfica hubiera aceptado enseñarle magia a Regina?, ¿sería la Reina Malvada?, ¿habría sentimientos entre ellas?