《Capítulo 4》

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Narrador omnisciente.
A los dos días (después de ese acuerdo entre Jake y la pequeña _____________ para entrenar a la última), la menor caminaba por el pueblo mientras jugaba y saltaba con una soga unos centímetros más larga que ella. Cantaba y pronunciaba frases juguetonas mientras saltaba la soga durante su caminata, sonreía con alegría y calma.

Casi parecía una niña normal en un pueblo normal en un mundo normal.

Casi, porque si indagaban un poco más en su historia, sabrían que la pequeña era una huérfana que había vivido en un orfanato rodeado de bosque desde que había nacido, con una mujer responsable a la que llamaba "mamá" y con otros niños de su edad, más pequeños y más grandes también huérfanos a los que llamaba "hermanos".

Parecía, porque si indagaban un poco más en el pueblo, se darían cuenta de que era un pueblo construido por un hombre que, anteriormente, se encargaba de manejar y mantener un orden en un sistema de siembra, criadero y cosecha humana; pueblo construido para que aquellos que lograran resolver aquel extraño y dudoso sistema funcional, aquellas incógnitas en el mundo del orfanato, y escaparan tuvieran dónde refugiarse.

Casi parecía, porque si indagaban un poco más en ese mundo, sabrían que aquel no era un mundo normal y natural, donde los humanos viven en paz y unión, donde los orfanatos logran conseguirles familias a los niños huérfanos y hacerlos felices; sabrían que aquel mundo era un mundo de criaturas horrorosas, hambrientas y deseosas de carne humana, que criaban a los niños en aquellos "orfanatos" para desarrollar sus cerebros y luego cosecharlos y mandarlos al matadero, como si fueran unos cerdos, para comerlos diariamente. Un mundo en el que la palabra "orfanato" camuflaba la palabra "granja", la palabra "mamá" ocultaba el término "cosechadora", la palabra "niño" se usaba para referirse al "producto", la referencia al "nuevo hogar" era una forma dulce de decir "matadero".

Y cuando aquellas sirenas comenzaron a resonar fuertemente por todo aquel colorido pueblo los niños que vivían allí regresaron a la realidad, su triste y horrorosa realidad, donde tenían que ocultar y correr para sobrevivir.

La pequeña pelirroja se detuvo, mirando alrededor aterrada. Sus ojos abiertos como platos, su boca entreabierta y su cuerpo temblando levemente, mientras presionaba sus manos contra su pecho.

Todos se aterrorizaban a su alrededor, empezando a gritar y correr a buscar dónde ocultarse.

Todo pasó en cámara lenta para ella, los gritos, los niños corriendo a su alrededor, las sirenas sonando tan fuertes.

De repente, en su borroso campo de visión, apareció Jacob; oía cómo el castaño la llamaba por su nombre, sin embargo, sus gritos parecían tan lejanos; parecía preocupado y alterado.

Luego de unos segundos, ella reaccionó y regresó en sí cuando él la sacudió.

—¡______________! —llamó por última vez, a lo que ella parpadeó repetidas veces y lo miró asustada.

—Jacob... —balbuceó sujetando la manga de su campera.

—Vámonos, tienes que ocultarte. —La tomó en brazos y corrió con ella hacia un lugar seguro.

Ella, en brazos de Jacob, lo miró sorprendida y con temor; su corazoncito dio un brinco y, luego de varios segundos, tragó saliva, desviando la mirada y con un sonrojo muy leve en sus mejillas.

—Jacob... —llamó sujetándolo de la manga de su campera cuando él iba a irse, luego de dejarla en el molino, donde podría ir a la entrada secreta y ocultarse con los demás—. Quiero ir contigo... Q-q-quiero ayudar...

Él, luego de girarse a verla con pena, suspiró y se arrodilló frente a ella.

—Lo siento, peque... Aún no estás lista —dijo apoyando una mano sobre su cabeza—. Eres muy pequeña y... Son cosas que aún no tienes por qué hacer.

Cuentos de noche-TPN •Oliver y tú• [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora