❍ | Los mapas de Trelawney

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NACÍ UN 31 DE OCTUBRE

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ADELINA CONTRARRESTABA EL AMBIENTE FRÍO que se había extendido por el castillo con un delicioso caldo de calabaza. Comió tranquila mientras leía "El Reino de las Estrellas Encantadas", y cuando sonó la campana para anunciar el comienzo de las clases de la tarde, se dirigió  hacia la torre norte, para
Adivinación.

No le entusiasmaba mucho la idea de compartir clase con Gryffindor y Slytherin, pero no quería irse de adivinación, a pesar de que las profecías de Trelawney no solían ser muy acertadas.

Al acercarse a la trampilla, recibió el impacto de un familiar perfume dulzón que emanaba de la hoguera de la chimenea. Como siempre, todas las cortinas estaban corridas. El aula, de forma circular, se hallaba bañada en una luz tenue y rojiza que provenía de numerosas lámparas tapadas con bufandas y pañoletas.

Se sentó en una mesa redonda que se encontraba próxima a la profesora y unos minutos más tarde, La chica de su casa, Padma Patil, se sentó junto a ella. Se sonrieron cortamente a modo de saludo y su hermana Gryffindor, Parvati, no tardó en juntarse a ellas junto a su amiga.

—Buenos días —dijo la tenue voz de la profesora
Trelawney justo a la espalda de Potter, que dio un respingo. Era una mujer sumamente delgada, con unas gafas enormes que hacían parecer sus ojos excesivamente grandes para la cara, y miraba al Gryffindor con la misma trágica expresión que adoptaba cada vez que lo veía.

—Estás preocupado, querido mío —le dijo a Harry en tono lúgubre—. Mi ojo interior puede ver por detrás de tu valeroso rostro la atribulada alma que habita dentro. Y lamento decirte que tus preocupaciones no carecen de motivo. Veo ante ti tiempos difíciles... muy difíciles... Presiento que eso que temes realmente ocurrirá... y quizá antes de lo que crees...

Su voz se convirtió en un susurro.

La profesora Trelawney lo dejó y fue a sentarse en un sillón grande de orejas ante el fuego, de cara a la clase.

—Queridos míos, ha llegado la hora de mirar las estrellas —dijo—: los movimientos de los planetas y los misteriosos prodigios que revelan tan sólo a aquellos capaces de comprender los pasos de su danza celestial. El destino humano puede descifrarse en los rayos planetarios, que se entrecruzan...

La profesora Trelawney presidió sobre la clase con un tono nasal y alargado, hablando de presagios y oráculos en un tono hipnótico que parecía transportar a los estudiantes a otro mundo, o más bien dormirlos. Adelina siempre prestaba atención a las palabras de su profesora, pero ese día en particular, no podía evitar que sus ojos se cerrasen del sueño.

Con el entrecejo fruncido y los ojos pesados, la castaña trataba en vano de concentrarse en las palabras de la profesora, pero su mente se derrumba como la arena en un reloj. Sus párpados se entreabrieron y entonces se cerraron. Y poco a poco su cabeza comenzaba a inclinarse hacia adelante.

—¡Adelina!—exclamó una voz. Padma Patil zarandeaba su brazo, despertándola.

—¿Mhh?

Adelina miró a su alrededor. Toda la clase se estaba fijando en ella. Abrió mucho los ojos y se ruborizó, enderezándose en su asiento muy avergonzada.

Harry la observó en la distancia, y Ron y él se miraron con una pequeña risa.

—Estaba diciendo, querida mía, que tú naciste claramente bajo la torva influencia de Saturno
—dijo la profesora Trelawney con una leve nota de resentimiento en la voz.

Ella alzó ambas cejas, todavía algo atontada. ¿Cómo que Saturno?

—Saturno, querida mía, ¡el planeta Saturno!— repitió la profesora Trelawney, decididamente irritada porque Adelina no parecía impresionada por esta noticia. Es más, la chica sabía que la profesora se estaba equivocando—. Estaba diciendo que Saturno se hallaba seguramente en posición dominante en el momento de tu nacimiento: tu cabello oscuro, tu estatura exigua, las trágicas pérdidas que sufriste tan temprano en la vida...

Gracias por decirlo a toda la clase, Trelawney...

—Creo que no me equivoco al pensar, querida mía, que naciste justo a mitad del verano, ¿no es así?

—No—contestó Adelina, quien todavía estaba resentida por la anterior mención de sus pérdidas—. De echo nací un treinta y uno de octubre, en Halloween.

Ron Weasley se apresuró a convertir su risa en una áspera tos. Adelina sonrió un poco. Harry le devolvió una sonrisa algo nerviosa.

Media hora después la profesora Trelawney le dio a cada alumno un complicado mapa circular, con el que intentaron averiguar la posición de cada uno de los planetas en el momento de su nacimiento. Padma y ella se pusieron en pareja, mientras a su lado, se ajuntaban Parvati y Lavender Brown.

—A mí me salen dos Neptunos—dijo Padma después de un rato, observando con el entrecejo fruncido su trozo de pergamino.

—Está mal—le dijo Adelina, y suspiró agarrando su mapa para mirar las coordenadas. Frunció el ceño y mojó su pluma en tinta, siguiendo el recorrido del planeta Marte—...Creo que son tres Neptunos y...

Padma la observó atentamente, y hubo unos momentos de silencio. Parvati y Lavender también miraron, esperando con la pluma en su mano una respuesta.

—"...cuatro Júpiter"—concluyó Adelina, tras una breve pausa para recalcular sus cálculos. Las demás se apresuraron a apuntar frenéticamente en sus mapas.

Adelina siguió estudiando el mapa estelar, buscando el mejor camino a través de la inmensidad del espacio. Su destino era el planeta Ceres, un pequeño mundo rocoso que se escondía en la región externa del sistema. Era un lugar poco explorado y se sabía poco de él, pero todo le llevaba a éste.

—Aaaaaah—dijo Weasley unas mesas más allá, imitando el tenue tono de la profesora Trelawney—, cuando aparecen en el cielo dos Neptunos es un indicio infalible de que va a nacer un enano con gafas, Harry...

Seamus Finnegan y Dean Thomas, que trabajaban cerca de ellos, se rieron con fuerza, aunque no lo bastante para amortiguar los emocionados chillidos de Lavender Brown a un lado de Adelina, que la miró molesta tipo "¿es enserio?"

—¡Profesora, mire! ¡He encontrado un planeta desconocido!, ¿qué es, profesora?

Adelina le echó un vistazo, y luego rodó los ojos volviendo a lo suyo.

—Es Urano, querida mía —le dijo la profesora
Trelawney mirando el mapa.

—¿Puedo echarle yo también un vistazo a tu
Urano, Lavender? —preguntó Weasley con sorna.
Desgraciadamente, la profesora Trelawney lo oyó, y seguramente fue ése el motivo de que les pusiera tanto trabajo al final de la clase.

—Un análisis detallado de la manera en que les afectarán los movimientos planetarios durante el próximo mes, con referencias a su mapa personal —dijo en un tono duro que recordaba más al de la profesora McGonagall que al suyo propio—. ¡Quiero que me lo entreguen el próximo lunes, y no admito excusas!

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✧┊  ★ La heredera de Rowina Ravenclaw *ੈ✩‧₊˚ [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora