Poema 20 (El origen)

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Dediqué mil vidas a construirte en mis sueños, a rogarle al cielo como un mendigo por tus ojos.

Esperé por ti como un condenado a cadena perpetua que, aunque sabe que morirá, aguarda irresoluto por un milagro.

Me dediqué a construir tus impecables rasgos en mi mente con la misma paciencia y amor que Victor le daba vida a Frankenstein, con la misma dedicación y el miedo de que este mundo vano no me diera al fin la oportunidad de vivirte.

Te soñé cada día desde que tengo memoria, te buscaba en los lugares más recónditos sin llegar al anhelado destino. Y como un acto de conformismo y la amargura de que tal vez fueras una dolorosa utopía, me embarqué rumbo a destinos turbulentos que cada vez atentaban contra mi tripulación y me dejaron desabastecida.

Hasta que naufragué. Mi barco se quedó sin vela, sin anclas. Se rompió en dos tal cual Titanic, y cuando estaba a punto de ahogarme, me encontré en un inmenso océano, sin tener claras las coordenadas... sentí desvanecerme.

Pero me aferré al propósito de la travesía... y cuando por fin logré alcanzar la superficie, te encontré en la orilla vacacionando despampanante.

Yo me encontraba deshidratada... tú me tomaste y me diste de beber en la forma cálida en que se cuida un pájaro herido.

Todas las ausencias que me habitaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora