Poema 20 (El fin)

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No me malinterpretes, yo ya logré soltar mis manos de tus ojos, he limado las asperezas y he regado las plantas cuyos tallos resecaban, ya bajé el telón con cautela y cariño, terminé la escena con una ovación agradecida y honestamente ya no siento miedo ni dolor. Sin embargo, una que otra vez, las tardes de sábado e interminables noches de domingo se posa tu imagen en la parte derecha de mi cabeza y se enciende una luz en la noche en que nos conocimos. Fuimos verde y azul pero ahora todo es gris entre nosotras, nuestros cuerpos brillan por separado a kilómetros de distancia y si intento juntarlos solo hay tonos bajos y cuatro ojos que no se atreven ni a mirarse, un corazón que ya no vibra en frecuencia con el tuyo y un millón de sueños, que, aunque parecidos, se difuminan en su encuentro con la realidad y se separan para siempre.

Ya no necesito tu risa ni tus manos, es más, ni si quiera echo de menos los rituales de nuestros encuentros, pero no puedo mentir, no logro crear en mi imaginación otro ser con el que pueda hacer las cosas que llevaban tu nombre, no sé cómo lograr pedirle a otra alma que baile conmigo "Inés" de Perota Chingó, es que ni si quiera quiero bailar con unos pasos diferentes hasta lograr encajar en un baile armónico, no sé dónde podría encontrar el deseo genuino de sujetar con fuerza otra mano para dar un paseo matutino bajo el sol radiante sobre el pasto fresco. No sé cómo lograr aflorar el deseo de conversar al unísono con otra voz sobre los secretos del universo, no logro ver nada, a nadie sobre el lienzo, pero tampoco a ti... mas no vayas a preocuparte por mi falta de imaginación, que muy a su pesar, aquí todo es color calma.

Aunque me has dejado desabastecida, ya no tengo sed.

Todas las ausencias que me habitaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora