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Emilio empujó a María, y ésta cayó al piso. Él tuvo un segundo de preocupación, pero en cuánto vió que ella reía se levantó rápidamente para seguir al castaño. 

Llegó hasta su habitación y golpeó despacio. 

— Joaquín, soy Emi. Déjame entrar — susurró  

— Vete — dijo Joaquín a través de la puerta. 

— No, no, deja que te explique 

— Quiero estar sólo  

— No es lo que piensas Joaco, lo juro 

— No importa 

La voz del castaño sonaba fría y distante, así que Emilio estaba entrando un poco en desesperación. 

— Claro que sí, ahora más que nunca. 

— Mentira 

Y Emilio sintió una opresión en el pecho, la voz de Joaquín ya no era fría. Su hermoso ojimiel estaba llorando. 

— Por favor Joaquín, abre... te juro que no es lo que piensas.  — esperó, pero no hubo respuesta, así que continuó — ¿Porqué fuiste a verme a mi habitación?  Responde eso y me iré. 

— Para hablar del maldito beso 

Emilio comenzó a respirar agitado, escuchar a Joaquín hablando con la voz temblorosa lo está destrozando. 

— Joaquín, por favor — susurró pegando su frente a la puerta — no te cases con él 

— Todos éstos años Emi....

— No te cases, por favor... no lo hagas.

— Todo éste tiempo y haces ésto ahora — dijo sorbiendo su nariz 

— Ya lo sé — dijo Emilio sintiendo cómo su voz se estaba volviendo débil por las lágrimas que está derramando sin previo aviso. 

— ¿Cómo puedes hacerme ésto ahora?  

— Perdón, perdón... sólo déjame entrar por favor 

— No, no quiero 

— Te lo suplico Joaco, por favor 

— Sólo haces ésto porque tienes miedo de perderme... necesito a alguien que esté conmigo pase lo que pase, alguien que de verdad me ame, alguien que pelee por mí y que yo confíe en él cómo pareja...

Emilio escuchó un sollozo de Joaquín y cerró sus ojos, sentía cómo su corazón se estaba rompiendo, las lágrimas no frenaban y él acariciaba la puerta cómo si realmente pudiera consolar a Joaquín con ello. 

— Yo puedo hacerlo... — susurró Emilio con la voz rota. 

— Me casaré mañana con Polo, quién me notó desde el primer día, no después de 10 años que casi rogué por migajas. 

Emilip negaba, aún con la frente pegada en la puerta mientras más lagrimas recorrían su rostro.

— Por favor — rogó una vez más — no lo hagas. 

— Lo haré 

El rizado se alejó de la puerta y secó sus lágrimas.

— Entonces no puedo ser tu padrino, no estaré contigo en ese altar mientras te casas con otro. 

— Está bien — dijo con la voz quebrada el castaño.

— Me iré mañana temprano, buenas noches Joaco.

Quiero Al Novio // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora