El Gato con Alas

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Alastor abrió los ojos de mala gana; decir que había dormido sería una mentira, pues la continua inquietud de qué pasaría si en el infierno se enterasen de su situación lo tenía más que estresado.

Y es que todo había iniciado por una razón tan estúpida: Una radio.

Ya se había vuelto constante el que el demonio durmiera abrazado a ella con la tonta esperanza de que se arreglara por arte de magia.

Sin embargo, y aunque él nunca lo admitiría, la noche anterior fue otra cosa lo que lo mantuvo despierto. O más bien, otra persona.

El día anterior con Anthony lo tenía confundido; no le importaba si este tenía más amigos, eso lo mantendría lejos y dejaría de molestarlo. Pero entonces ¿Por qué se quedó con cierto vacío al no ser molestado? No podía ser por haberle agarrado cariño al humano ¡Él era el demonio de la radio! Era despiadado y con corazón de hielo.

Alastor era incapaz de sentir algo.

Le molestó descubrir que al final el humano no estaba interesado en él. De alguna manera, Alastor logró convencerse de que esto fue debido a que estaba acostumbrado a ser alabado en el infierno, así que ahora que no tenía a nadie, se sentía algo desanimado.

Extrañaba ser temido. Y no podía culpar a la familia del humano por no sentir miedo hacia él. Después de todo, ellos no sabían que era un demonio; pero Anthony lo hacía y nunca había temblado aunque sea un poco ante su presencia ¡Incluso se había atrevido a mirarlo a los ojos desde el principio! A intentar tocarlo, le habló sin titubear e incluso le había llegado a dar órdenes.

¿Quién se creía ese chico que era? No era más que un humano común.

Eso era, otro humano más; pero era un humano que lo había hecho reir, que lo había hecho rabiar, se trataba de alguien que de cierta manera le recordaba lo divertido que podía ser estar vivo, alguien con quien había compartido momentos que, por más simples que fueran, sabía que los recordaría como algo divertido.

Pero sobre todo, era el humano que lo había hecho sentir… ¿Celos?

Se levantó de golpe y sacudió su cabeza.

El no dormir ya debía estarlo afectando.

Bajó a la cocina, donde se encontró con Molly enseñándole a cocinar a Anthony.

–Vas bien, ahora voltéalo sin miedo– dijo la chica con dulzura.

–No va a funcionar, se va a deshacer– respondió su hermano con una mueca.

–Tony, si hay algo que he aprendido a lo largo de los años es que tu estado de ánimo se refleja en la comida. Así que relájate y recuerda que debemos hacer esto con amor ¡Piensa en cosas que te hagan feliz!

El chico soltó un pesado suspiro y volteó el hot cake.

–Ey, funcionó– sonrió.

–Felicidades– dio ligeros aplausos.

–Vaya ¿Quién lo diría? Cocinas mejor de lo que disparas– habló Alastor.

Los mellizos se sobresaltaron y lo miraron.

–Oh, buenos días, Al– dijo Molly.

Anthony solo le giró los ojos y regresó su atención a cocinar.

–Oh vamos, no sigues molesto por ayer– gruñó el demonio.

–¿Por qué razón? ¿Por despreciar lo que te hice? ¿Tratar mal a Cherry? O tal vez porque te portaste como la mierda conmigo por creer que me gustabas– frunció el ceño.

Summoned By AccidentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora