La Mucama de un Solo Ojo

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–Ey, fresita ¿Cómo vas con esa radio?– preguntó Anthony.

Alastor giró los ojos.

–Disfrutas molestarme ¿Verdad?– lo miró.

–Es entretenido– se encogió de hombros –Además, tengo como meta quitarte esa sonrisita engreída– se sentó a su lado.

–Eso, mi afeminado compañero, es imposible. Deja de malgastar tu tiempo– tomó un destornillador.

–No creo que eso sea correcto– frunció el ceño –¿Enserio no sabes nada sobre reparación?–.

–Era un locutor– gruñó –Nunca necesité reparar nada–.

–Pero eras un asesino ¿No? ¿Nunca tuviste que hacer un sistema para ocultar un cuerpo o algo así?–.

El venado soltó una carcajada –Fallecí en los años 30, todo era más... clásico por decirlo de alguna manera– respondió –Planeación exacta, esperar el momento preciso, atormentar a tu víctima, acercarse y hacerla sufrir por largos periodos de tiempo, gozar como gritan mientras rasgas su cuerpo con tus propias uñas...

–O solo le metes una bala en la cabeza– sacó el humano su arma y disparó a la pared.

–¡ANTHONY! ¿¡QUÉ TE HE DICHO DE DISPARAR DENTRO DE LA CASA!?–.

–¡PERDÓN, MAMÁ!– gritó.

Alastor soltó una risita.

–Oye, Al, voy a tener que salir por un trabajo con mi padre y mis hermanos. Mi madre irá de compras, la casa es tuya. No hagas desorden– dijo.

–Diviértete haciendo... lo que sea que hagas– se encogió de hombros –Por cierto, no me digas Al–.

–Como tú quieras, fresita– le guiñó un ojo y salió del ático.




Corría. Cada vez los disparos se escuchaban más de cerca. Mierda, ahora sí que lo había arruinado.

Sacó su celular e intentó marcar a su padre nuevamente.

Buzón de voz.

–Mierda– masculló.

¿Qué debía hacer? Tenía un plan, pero eso involucraría demasiado riesgo. Si fallaba, sabrían donde viven él y su familia ¡Su madre!

Carajo, no tenía otra opción. Dobló la esquina y llegó hacia la puerta principal. Abrió lo más rápido que pudo y entró.

–Oh, regresaste– lo miró Alastor, mientras leía un libro.

–De acuerdo, tenemos un problema– soltó –Hay unos mafiosos persiguiéndome y si no me equivoco entrarán en 30 segundos y necesito ayuda– habló lo más rápido posible.

–¿Y por qué debería ayudarte?–.

–Te daré lo que quieras–.

–¿Mi libertad?–.

–¡No puedo hacer eso!–.

Patearon la puerta.

–De acuerdo, discutiremos esto después– se levantó.

Los enmascarados entraron y señalaron al chico con sus armas. Sin embargo, se quedaron congelados al ver al demonio.

–Buenas tardes, mis estimados caballeros– hablo –Les pediré de la manera más amable que abandonen esta residencia o pagarán las consecuencias–.

Summoned By AccidentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora