Episodio 9

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Candy, pasó los siguientes días tratando de esconder, nuevamente, su aflicción desde su abrupta separación con Terry, esa punzante sensación en su pecho de haber visto el final antes de comenzar.

Nadie sabía lo sucedido, así que guardó su pena en soledad tratando de distraerse con la fiesta de Año Nuevo.

Afuera, la ciudad se cubría de blanco, a diferencia de la mansión de los Ardlay dónde los pisos de mármol se vestían de brillo, entre una multitud impecablemente engalanada. La champaña se desbordaba como cascadas en las copas de los invitados, que conforme pasaba la noche aumentaban su euforia.

Aún con la compañía de sus dos fieles amigas y sus dos paladines, Candy, se sentía de nuevo una extraña.

—Creo que voy a retirarme, no me siento muy bien. —se excusó, ante la mirada extrañada de sus amigos.

—Candy no puedes irte, estamos por recibir el año.

Su recién llegado primo Stear, quien llevaba un par de días ausente por su trabajo trató de convencerla.

—Estaré bien, además no quiero ser mal tercio entre las parejas besándose a media noche.

—Si ese el problema, dejáremos que Stear o Archie te besen, ¿cierto Annie? —bromeó Patty.

—Por favor, no te vayas, hoy luces tan linda, tu vestido hace juego con tu ojos. —añadió Annie.

—¡Tengo una idea! Ve a la terraza, toma aire y verás que te sentirás mejor. —insistió Stear, empujando a Candy hacía fuera.

—¿Qué estas diciendo, idiota? Va a congelarse en la intemperie. —contradijo Archie.

—Chicos, chicos, no discutan, creo que Stear tiene razón, me hará sentir mejor tomar aire, regresaré en un momento.

—Bueno Archie, no odias cuando estas equivocado.

—¡Oh, cállate Stear!

El aire frío se sintió como un alivio en sus pulmones cuando dio ese primer respiro en el exterior.

Al resentir el clima helado en sus hombros al descubierto se dio calor con sus manos cubiertos en largos guantes a cambio de un poco de calma. Sus pensamientos atormentaban su herido corazón, donde de nuevo él estaría en nochevieja abordo de un barco rumbo a Europa, esta vez, sin ella abordo. El frío parecía ser más amable que todos sus recuerdos.

—Y dime, ¿por qué te gusta tanto escapar de las fiestas de Año Nuevo y refugiarte en el exterior? —dijo una voz burlona a sus espaldas, que agitó su corazón. Giró de inmediato para comprobar al dueño de esa voz, a quién encontró con cínico confort recargado en una de las columnas de la entrada del jardín, portando un adecuado esmoquin para la ocasión.

Ni las bajas temperaturas congelaron su cuerpo, como al encontrarse cara a cara con él, con esa sonrisa que la provocaba a perder los estribos. ¿Acaso se había burlado de ella los últimos días? Ese orgullo la detuvo para no correr hacía sus brazos, pese a sus verdaderos deseos. Mantuvo la compostura ante el joven que debajo de esa mirada cínica esperaba impaciente el primer paso de su amada, quién contestó con aparente indiferencia a su inesperada aparición.

—No me gustan mucho las fiestas..., y..., no es porque no tenga con quién bailar. —externó, adelantándose a las conocidas burlas del joven. —¿Qué haces aquí, Terry? ¿Regresaste, tan rápido? ¿Cómo? —sus ojos se entrecerraban tratando de encontrar las respuestas.

El Cascanueces de Broadway Donde viven las historias. Descúbrelo ahora