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Harry

Las reuniones de la Orden del Fénix trae consigo a una infinidad de magos que admiro mucho y hoy, por ejemplo, estuvo con nosotros la profesora McGonagall y su siempre sombrero puntiagudo

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Las reuniones de la Orden del Fénix trae consigo a una infinidad de magos que admiro mucho y hoy, por ejemplo, estuvo con nosotros la profesora McGonagall y su siempre sombrero puntiagudo. Admiro mucho a la bruja que es, a la profesora de Transformaciones y la mujer que es. De hecho, me sorprende mucho el recordar que la vi convertirse en gato enfrente de nosotros en mi primer clase de Transformaciones, en mi primer año en Hogwarts. Nunca olvidaré lo que pensé aquella vez y aún no he cambiado de idea: quiero ser un animago, aunque me carcome un poco la idea de saber en qué me convertiría yo si eso llegara a pasar.

— Demos inicio— anuncia Sirius, haciendo que todos los presentes se sienten en sus lugares y le presten atención al encargado, por ahora, de la reunión. Casi siempre Ojoloco era el indicado en este tipo de juntas—. Hay un tema que me ha dado vueltas por la cabeza por mucho tiempo y que, al compartirlo con algunos miembros, he decidido darlo a conocer con todos ustedes y que lo resolvamos de la mejor manera y con unanimidad.

Básicamente, Sirius hace la mención de que en tiempos pasados, específicamente en la primer guerra mágica, Lord Voldemort no contó con un arma que le hubiera sido de gran utilidad y, quizá, hubiera tenido un triunfo inminente. Ahora, sabiendo esto, es posible que si la obtenemos antes que él, podamos usarla a nuestro favor o, también, tener un poco de ventaja sobre de él al poseer lo que más desea.

— ¿Sabes cuál es el arma?— le pregunto, curiosa. Muchos pares de ojos se posan sobre de mí antes de hacerlo con Sirius.

— No realmente— responde Sirius un poco desanimado—. Pero lo que sé es que está en el Ministerio de Magia. Ahí, mi querida Summer, es donde entras tú.

— ¿Yo?

— Sí— Sirius sonríe pero, a pesar de ello, noto cómo su postura se vuelve un poco incómoda—. Sé que no has hablado últimamente con tu padre pero...

— Yo no sé quién es mi padre.

— Me refiero a Amos Diggory— interviene de inmediato ante mi receloso comentario—. Él trabaja en el ministerio y si le pides que...

— Ella no lo hará— interrumpe Remus, muy serio. Lo veo sentado a dos lugares de distancia, con los hombros tensos y las manos hechas puños sobre la mesa.

— Remus...

— ¡No, Sirius!— todo se queda en silencio porque sabemos que no es bueno poner en demasiada tensión a un hombre lobo, a menos que puedas lidiar con las consecuencias de ello—. ¡Tú no oíste todo lo que Amos Diggory dijo el día que fui por Summer! ¡Tú no viste cómo estaba Irish en aquel lugar!

Paso saliva con dificultad. El simple hecho de que el recuerdo me invade por palabras de Remus, hace que se vean mucho peor las imágenes.

— ¡Pero eso podría ayudarnos a ganar!

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