Capitulo 4 Punto Muerto.

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Brittany

Pocos Días Después…

Me seguía doliendo el corazón —tambaleándose, y aunque le había dicho a Santana que nunca me volviera a llamar y que no quería saber nada de ella, no podía seguir adelante hasta recibir una disculpa.

La necesitaba.

Me sentí mal del estómago después de darle ese reloj, y tontamente esperaba que llamara y digiera, "yo también te amo" pero actuó como si eso no significara nada.

Sin llamar, abrí la puerta de su oficina y la cerré detrás de mí. Alzó una ceja mientras me acercaba a su mesa, pero no colgó el teléfono.

—Sí, eso estará bien—habló en el auricular.

—Necesito hablar contigo—solté—Ahora.

Hizo un gesto para que tomara asiento, pero siguió hablando.

—Sí. Eso funcionará también.

Me senté y cruce los brazos, intentando no mirarla demasiado duro.

Era la perfección absoluta hoy —luciendo más follable que de costumbre con un nuevo corte de cabello y un nuevo vestido gris de marca.

Sus ojos me observaron intensamente como siempre, y me di cuenta de que en realidad estaba usando el reloj que le di. Incluso lo combinó con una pulsera a juego.

Tal vez estoy exagerando después de todo…

—Correcto—se recostó en su asiento y escribió algunas cosas sobre su teclado—Te veré a las ocho en punto de esta noche, Sandra. Habitación 225.

Mi estómago cayó.

—¿Algo con lo que la pueda ayudar, señorita Pierce?—colgó el teléfono—¿Hay alguna razón por la cual irrumpió en mi oficina sin llamar?

—¿Te has follado a alguien ya?

—¿Es esa una pregunta sería?

—¿Te has follado a alguien ya? ¿Lo hiciste?

—¿Importaría eso?

—Sí, eso malditamente importaría—mi sangre hervía mientras me levantaba—¿Te has acostado con alguien más?

—Aún no—entrecerró los ojos y también se levantó, acercándose a mí—Sin embargo, realmente no veo cómo eso es asunto tuyo.

Miré su muñeca.

—¿Por qué llevas ese reloj si no sientes lo mismo que yo?

—Es el único reloj que combina con mi nueva pulsera.

—¿En serio eres tan ciega?—había lágrimas brotando de mis ojos—¿En serio?

—Te dije hace mucho tiempo que no hago eso de los sentimientos, que si alguna vez fallábamos, ese sería el final de nosotras—colocó un mechón de cabello detrás de mi oreja—Sin embargo, me doy cuenta de que al cruzar la línea contigo, personal y profesionalmente, un porcentaje de la culpa es mía.

—¿Un porcentaje?

—¿Te gustaría que traiga al contador de la empresa? Estoy segura de que él puede calcular la cifra exacta.

—Santana.

Estaba a punto de perderla.

—Ya que en realidad rompimos los límites, y éramos, de hecho, amigas antes, estoy dispuesta a volver a ese acuerdo.

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