Capitulo 15 Duda Razonable

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Blanca Álvarez

Hace Seis Años…

Vivir en Nueva York nunca se sintió ordinario.

Cada día había algo nuevo por descubrir, algo que nunca había visto antes.

A pesar de que todavía corría para ganar uno de los más grandes, y aún no reportado casos del estado, todavía trataba de encontrarme; personal y profesionalmente.

Me daba cuenta que la popularidad nacional siempre me esquivaría, pero mientras estuviera infravalorada y no sobrevalorada, me encontraba perfectamente bien con eso.

Una vez que escuché un golpe fuerte en la puerta, dejé caer un libro de ensayos sobre mi mesa de café. Era ese enérgico y molesto golpe que mi mejor amigo Sam siempre utilizaba.

—Sabes, no puedes seguir viniendo en la mitad de…—paré de hablar cuando me di cuenta que no era Sam.

Eran una mujer y un hombre, vestidos con trajes grises.

—¿Es usted Blanca Santana Álvarez?—preguntó la mujer.

—¿Quién pregunta?

—¿Es usted Blanca Santana Álvarez?—el hombre habló con severidad.

—Depende de quién lo desea saber.

Ambos parpadearon.

—Sí—dije—, Soy Blanca Álvarez.

—Ha sido notificada—la mujer puso un grueso sobre azul en mi mano, era la décima vez que me sucedía esta semana.

—¿Es esto algún tipo de broma? ¿Está el New York Times tratando de hacerme perder los estribos otra vez?

Intercambiaron miradas, confundidos.

—Sólo hacía mi trabajo—dije—Sí ellos quieren continuar con su mezquindad por negarse a imprimir mi foto para el resto de su vida periodística, está bien. Estoy bien con eso, en serio. Pero enviarme paquetes como una broma cada día por una semana y media.

—La Comisión de Mercado de Valores de los Estados Unidos no hace bromas—dijo la mujer, antes de que se alejaran.

Cerré la puerta e inmediatamente llamé a Sam.

—Será mejor que sea una emergencia—respondió—¿Sabes qué hora es?

—¿Ha molestado nuestra firma últimamente a alguien?

—Claro que sí. ¿Por qué?

—Acabo de recibir papeles de la Comisión de Mercado de Valores, otra vez.

—¿Has abierto alguno de los otros?—preguntó.

—Dos—caminé hasta la mesa de café y abrí un cajón—¿Algo sobre un cliente llamado Ferguson quien reclama que no hemos depositado su dinero? Nos está demandando por cinco millones y supuestamente contactándose con nuestros otros clientes. ¿Tenemos algún cliente llamado Ferguson?

—Tenemos tres clientes llamados Ferguson.

—¿Hemos enfadado a alguno de ellos?

—No que yo sepa—sonaba preocupado—Estoy bastante seguro de que nos habrían contactado primero antes de presentar cargos, ¿no crees? ¿Estás segura de que no es el New York Times haciéndote una broma? Esta es como la décima carta que has recibido.

—Eso es lo primero que pregunté esta noche. Dijeron que no es de ellos.

Estuvimos en silencio por varios segundos.

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