No debí verla:

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Ayer volvimos a tener una charla y te juro que fue placentera, quizás no duró las mismas horas con las cuales solíamos dialogar y ni hablar de la

intensidad que arropaba esas ganas de continuar sin ver el reloj, sin tomar en cuenta que en algún momento los temas se podrían acabar, cosa que nunca pasó.

Volvimos a tener una charla y sentí la nostalgia desde mi medula ósea hasta las pestañas, recordé la alegría de saber cómo estabas, el desespero de que

tardaras en responder y este sentimiento de calma al saber que ahí estabas:

tan pendeja como siempre, tan dudosa, tímida; pero, ahí estabas.

Lástima que sólo fue un momento, sólo fue un instante muerto que, con suerte, se llegará a repetir en unos meses, o tal vez en algunos años pero no pasa nada. Ahora sé que ha cambiado su forma de ser, que tiene nuevos

gustos, que sigue amando a los gatos y que aún la sigo queriendo como en aquellos tiempos en que no había miedo en hablarnos, de contarnos todo y ser libre sin temor a lo que fuera a pensar uno del otro.

Ayer volvimos a tener una charla y no pude darle las gracias por tanto.

Siempre lo recordaré y amaré con locura cada día único que me llegó a regalar; sólo lamento que no haya podido durar más, pero, así es la vida y debo de conformarme con haber tenido el enorme placer de haber compartido una parte de mi vida con ella. 

Boulevard de las baladasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora