Cartel Chocolatero

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—¿He llegado a tiempo?— Wonka se descubría de las blancas sábanas.
Mirando a sus compañeros de trabajo en la lavandería.

—Justo a tiempo, señor Wonka.— La lenta voz de Abacous resonaba en el lugar.

—Me alegro escuchar eso, ¿el perro sigue trabajando?— El joven preguntó, bajando de la carretilla mientras acomodaba su traje.

—A decir verdad, el perro se ha portado demasiado bien, gracias a eso la productividad aumentó un treinta por ciento.— Abacous tomaba los cálculos de la productiva tarde que habían tenido.
—A lo que iba, Señor Wonka, dónde estaba?—

—¿Y por qué hueles a Jirafa?— Hortelia cerraba la rendija de la tubería por dónde Wonka habia entrado.

—Creo que les debo una explicación— Exclamó Wonka.
—La verdad.. ¡Es que soy
Chocolatero!— Las caras de sus compañeros cambiaron, sorprendidos por la profesión de Wonka, si se le podía llamar así.

—Y no de cualquier chocolate, ¡es el mejor chocolate del mundo!— Agregó Noddle, mientras bajaba las escaleras junto a Kaleth.
—Debo admitir que me enamoré del chocolate de Wonka.— Agregó el joven que acompañaba a la niña.

El Chocolatero chasqueó la lengua.
—Ah, ellos me echan porras.. Pero, es cierto, son exquisitos.— Se autohalagó.

—El plan es vender chocolates para pagar la deuda de Fregoso.— Dijo Noddle.
—Bueno.. Al menos eso era hasta
qué..— Kaleth agregó, pero lo interrumpieron.

—¡Ja!, déjame adivinar, tuvieron un encuentro con el Jefe de la policía— Habló Abacous, rodeando los ojos.

—¿Como se enteró?— Preguntó Wonka.

—Porque.. Yo fui contador de Derrapiña.. Algo así como una semana.
Su contador de siempre estaba enfermo, así que me llamaron desde el otro lado del para para sustituirlo, parecía un trabajo normal.. Hasta que, me di cuenta que había dos libros de contabilidad en el que escritorio de Derrapiña.
Uno para las autoridades... Y otro, que decía la verdad.
Derrapiña, Milo Robo y Hurto, llevaban años siendo aliados de una especie de Cartel Chocolatero, han estado diluyendo su chocolate y guardando el sobrante en una bóveda secreta debajo de la Catedral, custodiada por un Sacerdote corrupto y cuatrocientos monjes chocohólicos.
La única manera de bajar es por un elevador secreto y pasar por el ama de las llaves.. Una mujer ninja que no ha visto la luz del Sol en años, tienen miles de litros de chocolate guardado ahí y el cartel lo usa para sobornar, chantajear y destruir a la competencia.
Derrapiña se dió cuenta de lo que había descubierto y me despidió, haciendo que no me contrataran en ningún otro lugar para no contar lo que había visto.—
Mientras Abacous confesaba toda la Historia que había experimentado, no pudo evitar pensar que su joven amigo Chocolatero estaba en el blanco del Cartel.
—Lo siento señor Wonka, pero lo tienen justo dónde lo quieren... No tener una tienda si no vende chocolates, y no puede tener chocolates sin una tienda..—

Wonka estaba en su vieja cama, pensando en la historia de Abacous, tal vez tenían que ser más inteligentes para poder salir de ahí.
Las gastadas maderas del colchón chirraron cuándo se levantó, acercandose a la ventana.
—Ey, ¡Noddle!—

La luz del cuarto del frente se encendió en cuándo Wonka gritó.
—¿Qué quieres, Willy?— Dijo la niña, frotándose los ojos con sueño.

—Se me ha ocurrido otra idea para ganar dinero con los chocolates.— Wonka exclamó.

—No es que te quiera bajar de tu nube, Wonka, pero cada que tienes una idea todo se resume a terminar; o en una lavandería o con la policía.—
Kaleth se unió a la conversación, mientras abría su ventana, con el cabello alborotado y parado en puntas, recargandose en el marco.

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