𝘼𝙡𝙜𝙤 𝙨𝙤𝙗𝙧𝙚 𝙣𝙤𝙨𝙤𝙩𝙧𝙤𝙨 [6]

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✧ ── Puede que yo no sea la persona indicada. ── ✧

Después de aquel suceso, Alfred no me dejaba solo, pues si volvía Moritz entre los dos podríamos ganarle. Todo aquel sufrimiento por el que había pasado se veía recompensado, solo pedía y nunca terminara, solo necesitaba eso para ser feliz, lo demás ya no me importaba. Incluso de vez en cuando nos veíamos en la noche, en aquel almacén, pues todo el tiempo que no habíamos pasado juntos, necesitábamos recuperarlo, tantas cosas que decir. Esta noche era una de ellas.

—¿Sabes?, pensaba que al salir de aquí, definitivamente comprare el cómic de Superman.

¿Superman? —pregunte—. No, soy más de Batman, ¡solo piénsalo!, es un señor con mucho dinero que decide ser un superhéroe —alzaba mis brazos, sentía esa libertad para expresarme.

—Na-ah —negó con su cabeza, se inclino hacia mi—. Hay algo mejor que eso, un hombre que es prácticamente indestructible, es invencible, podría ganarle a tu hombre millonario —esboce una sonrisa.

—Si, puede que sea poderoso, pero debe tener una debilidad, todos la tienen.

—¿Eso crees? —apoyo su mano por debajo de su cabeza—. Bien, ¿cuál seria mi debilidad?

—Mmm, no lo se, ¿una bala?, bueno, todos somos inmunes ante ella —él empezó a reír.

—Ya lo se bobo, pero, no se, ¿algo que no pudiera soportar?

—Una bala.

—Basta con las balas, supongo que no podría soportar perderte —poso su mano sobre mi hombro, sentía ese calor en mis mejillas—. Cla-claro —retiro su mano, se rascaba la nuca mientras reía con nerviosismo—, sería como perder a mi madre o padre, je —lleve mi mano a su cabeza, no pensaba, de nuevo, solo actuaba, lleve entre mis dedos su cabello, era tan suave, solo nos mirábamos.

—Tienes razón, supongo que esa sería también mi debilidad...

El tiempo paso, pero era incluso acogedor, sentía que podía quedarme ahí dormido y sería lo mejor del mundo, tal vez había perdido la cabeza, no estaba pensando, me acoste, deje salir un gran suspiro, Alfred me imito, nuestra vista estaba enfocada en el techo, luego voltee, nos mirábamos de nuevo.

—Se que esto te lo había dicho antes, pero gracias —le sonreí, ahora era él quien llevaba su mano para tocar mi cabello.

—¿Por qué me agradeces, hice algo especial?

—Si, lo hiciste, desde aquella primera vez que me hablaste, me haz salvado y siempre te estaré agradecido.

—Puedo decir lo mismo de ti... —puse mi indice en su labio, negué, no era lo mismo, al menos yo no lo sentía igual.

—Dudo que pueda ser lo mismo, haz cambiado mi vida, siento que si te pierdo...podría perderme en el rumbo, se que no soy el mejor, no te merezco, pero estaré y apoyándote siempre que pueda.

Sus ojos se habrían a más no poder, sus mejillas se tornaron un poco rojizas, se veía lindo, ¿sería raro pensar eso de él?, ¿se molestaría?, sentía mis mejillas arder, sonrió, lo imite. Me sorprendió, pues me abrazo de la cadera, alzándome y llevándome encima de él, Alfred no paraba con su sonrisa, eso me gustaba de él, tal vez yo no podía ofrecer la misma sonrisa, pero el sentimiento era mutuo.

—O-oye bájame.

—No —parecía un niño.

—Pero debo pesar.

—Puedo soportarlo.

—Pero —me interrumpió.

—Pero nada, solo déjame estar un momento así, además, quiero que algo quede en claro, si eres el mejor, no te menosprecies, te lo demostrare, te mereces más, eres alguien espectacular. Pero ahora seré un poco egoísta y tenerte así por un rato, siento que si no lo hago no tendré el valor de volverlo a hacer —estaba anonadado, ¿eso pensaba de mí?, le sonreí, lleve mi mano a su cabello, se había vuelto una adicción tocarlo.

—Entonces estemos así un rato más así.

Nuestras sonrisas no se iban de nuestros rostros, todo se sentía tan pacifico, definitivamente era una linda noche, una de las mejores, una que no olvidaría.

✧ ── Puede que este no sea el momento adecuado. ── ✧

Es 1936, habían pasado dos años, estaba nervioso, tan solo faltaban tres años para la tan larga esperada guerra, Alfred no estaba de acuerdo, claro, solo me lo decía a mi, sabía mi opinión, pero aun así decidió contármelo, yo respeto la suya, en el interior compartía el pensamiento. Tanto él como yo, acepto que esto es nuestro deber, no podíamos oponernos, sería un suicidio, uno que no estábamos dispuestos a correr.

En 1934, todos éramos mayores de edad, celebramos como pudimos el cumpleaños de Alfred y el mio, felicite a los de su grupo, no fue fácil aprenderme sus cumpleaños, con suerte recordaba sus nombres, pues estaba más familiarizado con llamarlos compañeros o de otras formas. Ese mismo año, como nos habían dicho hace ocho años, en cuanto cumpliéramos dieciocho, seriamos enviados a las fuerzas armadas o incluso, en las SS. Yo no podía disimular mi temblar, estaba nervioso, sudaba, sentía calor, a pesar de que en aquellas épocas hiciera frío, tenía cierto miedo, ser alejado de Alfred, si no estábamos juntos no podríamos vernos en quien sabe cuanto tiempo.

En cuanto nos fueron nombrando nos dirigíamos a las camionetas, trataba de no buscarlo con la mirada, fui trasladado a mi nuevo lugar (hogar ni de chiste), fui enviado a las fuerzas armadas, me temblaban la pierna, muchos de ahí se notaban apagados, de una forma los entendía.

Llegamos, esperamos hasta que llegarán los demás, no veía a Alfred por ningún lado, me resigne, ya lo buscaría después. Nos dieron una charla, explicándonos porque estábamos ahí y lo que haríamos. Era tarde, nos enviaron a nuestras habitaciones, guarde mis cosas (como si tuviera mucho que guardar), algo que me daba mucha tranquilidad era que ya no tendría que ver a Moritz, tenía entendido que fue mandado a las SS, no tendría que estar vigilando mis espaldas y nadie tendría que protegerme, me acoste en mi nueva cama, voltee, ahí estaba Alfred, diciendo, casi susurrando un "sorpresa", yo estaba tan feliz que tuve que reprimir mi grito e impulsos por querer abrazarlo, ahora todo estaba bien.

En el año 1935, Hitler anuncio el incumplimiento del Tratado de Versalles al crear la Wehrmacht, donde yo y muchos estábamos, para nosotros no fue una sorpresa, pero vaya que nadie de allá afuera lo esperaba. Al abandonar el Tratado, Alemania dejaba de lado también la Sociedad de las Naciones, el instrumento predecesor de la actual Organización de las Naciones Unidas, impulsado por el presidente de Estados Unidos, con el fin de que la guerra fuera absorbida por diplomacia.

Después de una serie de acontecimiento (los cuales ya no recuerdo), Hitler decidió llevar a cabo la masacre de la noche de los cuchillos largos, participe en ella, Alfred y yo estuvimos de acuerdo en algo, tal vez no podríamos en la guerra, habían muerto cientos o incluso miles de personas y arrestamos a otras mil.

Ahora nos encontrábamos en los comienzos de los Juegos Olímpicos, claro que Hitler usaría esto a su favor, debíamos promover la imagen de la Alemania nueva, como dijo alguna vez Hitler, volveríamos a lo que una vez fue Alemania, fuerte y unida. Como todos se centraban en los juegos eso nos ayudaba a enmascarar los ataques del régimen contra los judíos y los romaníes.

Alfred no se encontraba muy bien que digamos, yo se que no lo esta, su ojo no ha dejado de temblarle. Me apego a él, tal vez no sea el momento, pero necesita saberlo.

—Te quiero...puedes contar conmigo —dio un suspiro.

—Lo se, también te quiero.

De haber sabido lo que le haríamos a esas personas, vaya... me siento sucio...

Algo sobre nosotros [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora