Instrucciones sencillas de PercyJackson; no morir o desaparecer.

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Jason

Percy había sido muy claro en sus instrucciones antes de irse del campamento. Nada de morir, desaparecer, enojar a antiguos Titanes, gigantes o Dioses. Y que nisiquiera se les ocurriera invocar ningún tipo de criatura del inframundo por al menos unos cuatro años.
Jason había reído ante el pedido casi suplicante de su amigo, pero en el fondo de sus ojos color verdes pudo notar que realmente deseaba que por un tiempo, mínimo por un par de largos meses , nada extravagante ocurriera para que finalmente pudiera saborear el tener una vida joven y tranquila con su novia en la Nueva Roma.
Annabeth, en cambio, había apartado a Percy de un pequeño empujón y abrazado con fuerza al rubio de ojos celestes.
- Por favor Jason, cuida a todos por nosotros. Yo trataré de que sesos de alga aprenda un par de cosas en tu hogar.
-Oye, yo soy un tipo muy listo- rio Percy- se mucho sobre mares y mitos.
-Creo que les encantará el Campamento Jupiter- respondió Jason ignorando a Percy- salúdenme a Frank, Reyna y Hazel. Prometo tratar de no meternos en un gran guerra o catástrofe por un tiempo, pero nunca se sabe.
- Así se habla Supermán- respondió Percy tomando la mano de Annabeth y sonriendo enormemente a su amigo- nos vemos en un par de meses.
Ambos traspasaron la barrera mágica que separaba el mundo humano del campamento mestizo.
Jason se sintió solo. Sus amigos estarían bien en Nueva Roma, pero él no podía ni quería volver. Sería raro ya no ser el Pretor, y Frank necesitaba espacio para lucirse y él no quería ser una vieja sobra de su puesto. Su lado Romano, su sentido del orden y su formación militar corrían por sus venas, pero necesitaba conocer a ese nuevo Jason que ya no tenía el peso de ser el líder sobre sus hombros. Ya no era el chico que todos seguían por ser hijo de uno de los grandes, por ser hijo de Júpiter y el campeón de Juno. Ahora debería descubrir si efectivamente podría llegar a tener un lado un poco más aventurero, más griego por así decirlo.
El poco tiempo que había pasado allí, en el campamento mestizo, antes de su viaje junto a Piper y Leo, antes incluso de recobrar su memoria perdida, había sentido un atisbo de pequeña felicidad. Quizás, si se quedaba en el campamento mestizo, lograría volver a sentirse como en esos tiempos. Aunque realmente ya todo era muy distinto. Leo había desaparecido, y su novia Piper había decidido que lo mejor sería que ellos continuaran solo como amigos. Su corazón se había roto, realmente la hija de Afrodita había logrado quebrar su corazón, pero la quería tanto que no podía odiarla. Habían sobrevivido a demasiados peligros juntos, además la lealtad que habían formado durante la misión en el antiguo continente los había convertido en familia, sin importar que pasar en el futuro, ellos siempre estarían el uno para él otro.
Piper había vuelto a vivir un tiempo con su padre, por lo cual no tenerla rondando en el campamento mestizo era un pequeño alivio. Jason aún era el centro del cotilleo de las cabañas, sobre todo de la cabaña de Afrodita, aunque Piper era la líder y había ordenado que no nombraran el asunto era imposible, por eso Jason trataba de evitar a los hermanos de Piper.
Desde la colina podía observar a todos los héroes dispersos por el campamento. Algunos practicando lucha con espadas, los hijos de Marte... no en realidad los de hijos de ares trepando la pared de lava, otros recogiendo frutas en los campos y varios bañándose en la playa. Jason sintió que por primera vez tenía la posibilidad de ser un joven libre, quizás en la tarde se permitiría volar por encima del bosque. Habían pasado al menos 15 minutos desde la partida de Percy y Annabeth cuando escuchó la  sirena. Un nuevo invento que habían incorporado gracias al Señor D y sus ideas. El problema era que su objetivo primordial era dar aviso de peligros eminentes, pero desde su instalación ya había sonado en reiteradas ocasiones por sucesos como: la pérdida de las gafas favoritas del Señor D, cuando esté necesito de tres campistas que jugar una partida de cartas y también aquella vez que había necesitado más hielo para su bebida gaseosa. La mayoría ya estaba harto de aquel sonido que no paraba por al menos una hora de sonar y que en realidad era un capricho del Dios  del Vino, obligado a pertenecer como director del Campamento Mestizo como castigo.
Jason gruñó cuando volvió a escuchar la sirena desde la colina, no quería saber que otro "gran problema" tenía el Señor D. Pero entonces vio algo extraño, por dónde habían salido sus amigos una nueva persona ingresaba. Era una chica de piel oliva  y cabello largo oscuro trenzado de costado. Llevaba puesto una túnica griega blanca y en sus manos tenía una espada de bronce celestial que sujetaba con mucha fuerza. Al verlo, su cara llena de cortes y rasguños se endureció. Jason no tuvo tiempo de reaccionar o siquiera atacarla porque la chica se desmayó en ese mismo momento. Parecía haber utilizado hasta su último aliento para llegar hasta allí, para cruzar el umbral del campamento. Jason llegó a manipular el viento, para que antes de que su cabeza tocara el suelo esta flotara un breve segundo, el golpe había sido fuerte pero no tanto como habría sido de no haber actuado Jason.
Jason corrió  hasta ella, pero aún desconfiando de que pudiera ser una trampa tomó su daga de oro imperial. La chica abrió  los ojos por un momento, eran de color violeta oscuros, noto en ella miedo y al mismo tiempo decisión. Luego volvió a desmayarse.
La sirena una sonaba fuerte en el aire cuando Jason tomó en brazos a la desconocida y decidió llevarla hasta la casa  grande. Quizás Quirón  o el  señor D sabrían que hacer con ella. Si de algo estaba seguro Jason es que las promesas de paz en el mundo donde vivían no se podían mantener por mucho tiempo, su instinto le anunciaba que algo extraño volvería a pasar.

Hija del Olvido- Jason Grace y Aura ThomsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora