𝐃𝐎𝐒 - 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐀𝐓𝐎

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YEJI

Después de desayunar, me enteré de que Jiyeong, la ama de llaves, había trabajado aquí desde que Jungkook usaba pañales.

Jiyeong me mostró la casa mientras me contaba anécdotas sobre Jungkook. Una en particular hizo que casi escupiera el café:

—¡Solía mojar la cama incluso después de cumplir siete años!

Me reí, pero había algo incómodo en esa información. Como si el peso de ese tipo de infancia nunca se hubiera disipado del todo. Le insistí en ayudar con las tareas del hogar, más por aburrimiento que por cortesía, y finalmente cedió.

Almorzamos juntas, y luego me retiré a mi habitación. No había mucho más que hacer en esa mansión sofocante. Decidí desempacar mis cosas, algo que había pospuesto la noche anterior por pura pereza.

Al abrir la puerta del vestidor, me quedé paralizada. Era un santuario de lujo, casi como una boutique exclusiva. Aunque mis padres siempre nos compraron ropa cara, esto era diferente. Aquí todo gritaba opulencia y exceso: diseñadores que sólo veía en revistas y zapatos que probablemente costaban más que el coche de mi madre.

Mis dedos rozaron los tejidos finos mientras un pensamiento incómodo me atravesaba: ¿Por qué mi hermana, Chaeyeong, renunciaría a todo esto para escapar con ese imbécil? La rabia me recorrió el cuerpo como una descarga eléctrica, pero la aparté de inmediato. No podía permitirme el lujo de pensar en eso.

En medio del vestidor, una isla de mármol blanco exhibía bolsos y joyeros. Sobre ella, un papel amarillo:

"Para la señora Jeon".

Tomé la carta y leí:

Querida Chaeyeong:

He traído todo esto para ti. Espero que te guste.

Te amo.

Jungkook.

El corazón me dio un vuelco. Toda esta maldita ostentación no era para mí, sino para ella. Me reí amargamente mientras dejaba la nota sobre la isla. Qué estúpida fui al pensar que alguna de estas cosas eran para mí.

Guardé las prendas de diseñador en un lado del armario y acomodé mi ropa en el otro, dejando un espacio claro entre ambas vidas. No pertenezco aquí, pensé mientras cerraba la puerta del vestidor. Después, me di una larga ducha, esperando que el agua caliente arrastrara la incomodidad que sentía en la piel.

Para cuando terminé, eran las siete de la noche. Sabía que Jungkook volvería pronto, así que salí de la habitación y me dirigí a la cocina para cenar antes de tener que enfrentarme a él.

Pero, por supuesto, la suerte no estaba de mi lado. Lo vi allí, sentado, con los ojos cerrados y el rostro tenso, como si cargar el peso del mundo sobre los hombros fuera su estado natural. Intenté dar la vuelta con sigilo, pero choqué contra alguien.

Casi caigo al suelo, pero un brazo fuerte me sostuvo antes de que eso sucediera. Cuando miré hacia arriba, me encontré con el hombre de la mañana, el mismo que me había acompañado a la oficina de Jungkook.

—Lo siento mucho, señora Jeon. No la vi —murmuró, inclinando la cabeza sin atreverse a mirarme directamente. Era alto. Y demasiado guapo.

—No pasa nada. ¿Está usted bien, señor...? —le pregunté, todavía sorprendida por su reacción sumisa.

—Soy Kim Seokjin, el asistente personal del señor Jeon —respondió. Asentí, intentando recuperar la compostura.

—¿Cariño? ¿Estás bien? —La voz preocupada de Jiyeong resonó a mis espaldas mientras se limpiaba las manos en el delantal.

𝐌𝐘 𝐘𝐎𝐔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora