22 : Confié en ti

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Pánico.

Eso es todo lo que siento en este momento.

Mi vista sigue fija en el hombre que está frente a mí y que se aproxima a paso firme sin dejar de mirarme. Un segundo después de ver a Julia, su mirada cayó en cuenta de que yo estaba presente y una terrible sensación se apoderó de mi cuerpo al instante.

Mis manos tiemblan y el golpeteo de éstas hacia mis costados, me hace darme cuenta de que están heladas y el sudor se acumula en mis palmas, humedeciéndolas a tal grado que, mi piel comienza a arrugarse como una pasa.

No puedo respirar.

Mi corazón late tan fuerte que, cada vez que lo hace, siento como si una especie de vacío mezclado con un choque eléctrico se expandiera a lo largo de mi tórax y, por si fuera poco, mis latidos resuenan en mis oídos sin darme oportunidad a escuchar lo que sucede a mi alrededor.

¿Qué está pasando?

Es horrible esta sensación y no se la deseo a nadie.

—Sabía que nos volveríamos a ver —Daniel alardea al llegar frente mí—, aunque jamás imaginé que fuera en estas circunstancias o tal vez sí, cuando era de esperarse...

—Daniel —Isabel interviene de inmediato intentando frenarlo—, Julia está aquí.

—¿Mónica? —Sergio se interpone entre Daniel y yo, como si deseara protegerme de su altanería— ¿Conoces al señor Altamirano?

Mi voz no sale por más que hago el intento. Solo percibo que mis labios se abren, pero ningún sonido escapa de ellos y con una mirada le suplico a Sergio que me saque de aquí.

Lamentablemente, mi estado, o tal vez la conexión con él, no funciona para que comprenda mi solicitud de auxilio y solo se queda al pendiente de cualquier reacción.

—Doctora Ramírez —mi madre es quien simula comprender algo, aunque no del todo—, podría llevar a esta princesa por algo de comer, parece que hay algunos asuntos por resolver aún.

—En seguida —obedece ella.

Julia, aunque a regañadientes, se va con ella, y supongo que, como yo, tampoco desea estar aquí.

—Ahora bien —continúa mi madre una vez que Julia se fue—, ¿pueden decirnos qué sucede aquí?

—Mónica —Isabel se aproxima haciendo que Sergio dé un paso hacia un costado—, vámonos de aquí —intenta sujetar mi mano, pero me niego de inmediato.

Daniel era su esposo.

—No seas tímida con ella, preciosa —él interviene—. ¿Te mostrarás así después de todo lo que ha pasado?

—No le permito que le hable de ese modo a mi hija —mi padre alza la voz y Daniel parece no inmutarse al respecto.

—Ella y yo tenemos una historia —se defiende con excusas absurdas—, ¿acaso no les contaste Mónica?

Los ojos de Isabel se mantienen en mí, pero no soy capaz de sostenerles la mirada. Estoy más enfocada en limitar el dolor que crece en mi pecho.

—¿Es él? —Sergio pregunta con desprecio— Mónica, ¿es él?

—Sí —mi voz sale débil, sin embargo, puedo lograr afirmar lo que tanto dolor me está causando.

Mis padres voltean a verme y sé que deben estar formulándose ideas erróneas en su cabeza, pero no soy capaz de aclarar la situación. Mis ojos arden y si intento decir algo más, no me voy a poder contener.

RelámpagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora