19 : ¿Aún lo dudas?

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—A ver si entendí, ¿se devuelve el embarque? —cuestiono sorprendida.

—Tenemos que hacerlo. El material viene dañado —explica Isabel con disgusto— y con eso no se puede trabajar

—Es lamentable. Le avisaré a comercio, para que giren la orden —menciono mientras hago anotaciones en la agenda para darle prioridad—. ¿Alguna indicación extra?

Isabel se me queda viendo fijamente y entrecierra sus ojos, señal de que se concentra en saber si olvida algo más, pero entonces su sonrisa crece y su mirada se ilumina de inmediato.

—Un beso.

—¿Perdón?

—Que me des un beso Mónica —explica molestándome— ¿o es que no merezco uno?

Su aspecto inofensivo me hace recordar a Julia con esa carita de inocente que utiliza para conseguir algo que desea. Así que rodeo el escritorio para poder acércame a Isabel y ella rodea mi cintura hasta obligarme a sentarme sobre sus piernas.

—Isa —exhalo con la cercanía.

—Me encanta que me digas así —menciona con una sonrisa y me uno a ella con un beso.

Nuestros labios se disfrutan sin prisa, saboreando cada segundo y dejando rastro de muchas emociones mezcladas. El perfume de Isabel me envuelve en un aroma adictivo y me dejo ir, hasta que el beso llega a su fin y suspiro intentando recuperar el aliento invertido.

Isabel sonríe y, al igual que yo, luce con sus mejillas sonrojadas, mientras sus hombros se elevan a un compás acelerado e intenta limpiar un poco de los restos de lápiz labial y brillo que dejó alrededor de mis labios.

Dos golpes en la puerta nos hacen despertar de tal ensoñamiento y me pongo de pie de inmediato, dando la espalda a la puerta, fingiendo que sirvo un café.

—Adelante —menciona Isabel tras arreglar un poco las arrugas de su ropa.

La puerta se abre y me concentro en limpiar cualquier rastro de color que pueda haber en mi rostro, ayudándome con la mano, aun sin dar la cara.

—Perdone jefa —Benjamín menciona desde la puerta—, están aquí los abogados Izaguirre, piden verlas con urgencia, a pesar de no tener cita.

¿Verlas?

—¿Mónica, a qué hora es mi siguiente reunión? —pregunta Isabel y sospecho que es más para integrarme a la plática y que mi presencia como estatua o un mueble más de la oficina, no se vea aún más rara.

—En dos horas —respondo y doy la vuelta para entregarle una taza de café.

—Hazlos pasar entonces —indica a Benjamín y desaparece tras la puerta dejando que Isabel retome su atención en mí—. Ya no tienes nada —susurra divertida al verme restregar mi piel una vez más—, pero si sigues así, entonces va a ser notorio.

Retiro mi mano del rostro y en ese momento la puerta se abre para dar paso a mis padres, que avanzan a gran velocidad y toman asiento en las dos sillas que se encuentran frente al escritorio de Isabel.

—Adelante —menciona ella de manera sarcástica—. Están en su oficina.

—Gracias —menciona mi padre por cortesía.

Mi madre, por el contrario, coloca su portafolio sobre sus piernas y lo abre para sacar un sobre, el cual lanza sobre el escritorio y se desliza hasta llegar a Isabel.

—¿Qué es esto? —pregunta abriéndolo.

—Eso es lo que nos gustaría saber.

Isabel termina por abrir el sobre y lo que saca de él nos deja a las dos heladas.

RelámpagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora