07; Un cumpleaños diferente.
Universo alterno.
23|01|24
Lisandro toda su vida cumplió en vacaciones de verano, y sí, no es como si pudiese cambiar el día de su nacimiento. Pero de ser posible él cree que hubiera elegido nacer en otoño, o en primavera, en época escolar, pero no en invierno.
Así capaz sabía cómo se sentía que dijeran tu nombre en la entrada del colegio y todos aplaudan, o que te canten el cumpleaños en todas las horas de clases de ese día con tal de perder minutos. O que te saluden por los pasillos, llevar una torta a la escuela o que tus amigos te organicen algo sencillo, pero sorpresa en el curso.
Falta menos de una semana para su cumpleaños y nadie le preguntó qué va hacer, o qué quiere de regalo; como solía hacer su nona. Él tampoco está muy emocionado, el año anterior había sido bastante de mierda y después de año nuevo no había vuelto a ver a sus amigos, ni a nadie que no conviva con él.
Le estaba dando bastante fiaca pensar en un plan, no tenía ganas de ver a nadie y su cama se estaba volviendo muy cómoda o la tristeza lo estaba invadiendo otra vez.— Lisandro, ¿me vas a acompañar a hacer las compras, o no? — le pregunta su madre y el hace una mueca de disgusto.
Nunca le gustó que le digan por su nombre, le parecía un bodrio y le sonaba a reto.
— ¿Hay que hacer muchas cosas? — le pregunta porque con el calor que hace no tiene demasiadas ganas de salir al centro.
— No, no. Son un par de cositas. — le asegura y el otro asiento.
— Me cambio y salimos. — le asegura el adolescente y se levanta del sillón para ir hasta su habitación.
Ahí se cambia con un outfit decente por si se llega a cruzar a alguien del colegio, o al amor de su vida, y vuelve a la cocina para buscar las bolsas de las compras.
Después de arreglar los últimos detalles como meter a los perros en la casa y cerrar todas las ventanas, salen juntos caminando hasta el centro de su ciudad.
Todo bastante tranquilo, como siempre lo fue, casi no hay tránsito y los locales abren siempre a las 9,30 por ser un pueblo chico. Su madre saluda a mil conocidos en cada lugar que entran y eso le recuerda un poco a su infancia, cuando él le preguntaba a quién era a quién saludaba y su madre, con toda la paciencia del mundo, hacía las conexiones necesarias para que él sepa a quién había saludado.
Al llegar al chino de la veinticinco de mayo se cruza a Cristian en la entrada, y el cordobés, a pesar de que hace demasiado calor, lo abraza como si no se hubieran visto durante muchos años.— ¿Ya pensaste qué vas a hacer para tus dieciséis? — le pregunta Cristian y Lisandro niega.
Su madre ingresó al local dejándolo charlar con su amigo con más privacidad.
— No, creo que nada. — le comenta jugando con la bolsa de la panadería.
Tiene ganas de sacar la medialuna con dulce de leche.
— Da' Licha, no seas ortiva. Hacé algo chiquito, los chicos, no sé. Si no haces nada te caigo yo igual. — le asegura y Lisandro suelta una pequeña risa.