08; Prison Break.
Universo alterno.
01|07|24
La vida de Lisandro había llegado a un punto en el que ni él mismo creía que estaba viviendo eso.
Después de que su hermano terminara preso por el presunto asesinato del hermano del intendente, el cual juraba no haber cometido, él se había roto la cabeza pensando en un plan para poder sacarlo de ese lugar.
Desde, casi, siempre habían sido solo Lisandro y Nicolás. Después de que su madre falleciera, y su padre los abandonara, el mayor se había encargado de criar a su hermano. Se llevaban cinco años de diferencia, lo cual no era tanto, pero en ellos siempre se había notado más.
Lisandro, por su parte, se había recibido de ingeniero, mientras que Nicolás había hecho de su vida un desastre que había llegado a lugares impensados, y hasta turbios, que habían llevado a que el menor decidiera tomar distancia.
Después de seis meses sin tener contacto alguno, y viviendo en la misma ciudad, Lisandro recibió un llamado de Nicolás desde la cárcel, y ese fue el punto en el que su vida se puso patas arriba.
Junto a Alejandro, el ex de Nicolás, Lisandro empezó a investigar y a hacer procedimientos judiciales intentando sacar al hombre de prisión, pero la situación se veía cada vez más lejana a resolver.— Nos vemos Licha, cualquier cosa te voy a avisar. — le aseguró Alejandro una noche mientras se despedían en un café, y cada uno partía a su hogar.
Lisandro estaba desecho, se sentía sumamente impotente hasta que un plan llegó a su mente, y aunque intentó quitarlo de su cabeza no podía hacerlo.
Lo meditó, lo diseñó, hizo que su casa fuera un centro de investigación, lleno de planos e ideas anotadas en papeles que iba pegando en sus paredes.
Cuando el asunto se volvía cada vez más complicado, Lisandro decidió llevar su plan a la acción.
Había hecho tres sesiones con un tatuador, había diseñado tatuajes en los que, de una forma que solamente él entendía, estaban los planos de la cárcel en la que estaba Nicolás.
Su espalda, su pecho y sus brazos ahora estaban llenos de tinta, cuando tuvo cada uno de esos tatuajes curados, compró un arma con el fisura de su antiguo barrio, y le mandó un mensaje a Alejandro, Perdóname, pero lo tengo que hacer. No te olvides de Nicolás. Había enviado aquello, y había caminado hasta el banco del centro.
Entró al lugar, que por la hora del día estaba bastante lleno, y soltó un par de tiros al aire sin intención de herir a nadie, pero con la seguridad de que tendrían que mandarlo a guardar como solía decir Nicolás.
Dicho y hecho la policía llegó al lugar, lo procesaron, y fue trasladado al mismo edificio en el que se encontraba su hermano.— ¡Abran la cuarenta! — gritó el guardia y la puerta se abrió inmediatamente. — Con nuevo compañero, Romero. — le dijo al hombre que se encontraba dentro de la habitación, si es que así se le podía decir.
Lisandro ingresó a la celda y vió a un morocho sentado en la cama superior de la cucheta.
Se miraron pero ninguno dijo nada durante un momento, el silencio se sentía algo incómodo hasta que el morocho le extendió la mano.