I don't see a ring on your finger

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—¿Tienes novio?–pregunta confiado el rubio sin apartar la mirada de ella, haciendo que por primera vez en toda la noche el de mechón blanco alce la vista de su trago.

—¿Disculpa?–pregunta la joven de cabello alborotado un poco sonrojada, no por correspondencia, sino porque la pregunta la había tomado por sorpresa.

Y es que no era la primera vez que ocurría, trabajar como bartender en una ciudad tan oscura le había brindado experiencias incómodas y otras... Bastante malas. Aún recuerda la primera vez que un tipo le ofreció un trago adulterado, como si ella misma no conociera la diferencia, estaban los insistentes, los prepotentes, los idiotas y los más calmados, este definitivamente era de los arrogantes.

—Vamos linda, si o no, las cosas podrían volverse aún más interesantes–

—No y tampoco estoy interesada–sus ojos marrones le dan un rápido vistazo antes de continuar lavando la cristalería y un par de utensilios.

—No seas tan tímida, apuesto a que podríamos pasarla bastante bien–insiste en voz baja, recorriendo su silueta como si de un objeto se tratase.

—Tengo mejores cosas que hacer, lo siento–dice encogiéndose de hombros antes de obsequiarle una pequeña mueca de disculpa, ignorando ese irritante parloteo al ser rechazado para concentrarse en esa pequeña sonrisa sutil que su respuesta provocó en Peter.

—Así que no tienes novio, bastante extraño en realidad–menciona esa voz teñida en cinismo que inconscientemente comenzaba a extrañar.

—No sabía que mi jefe estaría tan interesado–el sarcasmo en la voz de la pelinegra lo invita a sonreír—Y lo mismo podría decir de ti, después de todo no veo un anillo en tu dedo–señala antes de comenzar a secar—Aunque claro, es bastante tonto de mi parte creer que alguien como tú sabría lo que es compromiso–ataca con su lengua afilada, casi tanto como el cuchillo en sus manos.

—No me digas que sigues molesta por lo de la otra noche–Yumei se muerde el interior de la mejilla al recordar la desagradable sensación al verlo con otra mujer—Muñeca no seas posesiva, nadie puede controlarme, ni siquiera alguien como tu–

Su mirada cambia, al igual que su actitud, regresa a la defensiva, a esa personalidad molesta que utilizaba para alejar a otros. Está a punto de responderle cuando un cliente llega, bastante lindo en realidad.

Se veía tan ajeno al ambiente que por un momento ella se preguntó si no se habría equivocado, como era de esperarse, pide un mojito, una bebida tan ligera como él, sus rizos obstruyen la vista y le es casi imposible mirar de reojo al dueño, lo cual agradece pues termina centrando su atención en el cóctel.

—Tienes buena mano–halaga el joven sentado en la barra con una pequeña sonrisa que hace a Yumei sonreír con amabilidad.

—Gracias–responde mientras ordena la barra, ignorando la intensa mirada del hombre trajeado que se mantiene en el mismo sitio de cada noche.

—Y... ¿Tienes planes esta noche?–pregunta con timidez, sacando un gruñido del pelinegro a su lado—Ya sabes, saliendo del trabajo–

—En realidad yo...–su voz es interrumpida por un fuerte golpe en la barra, las cosas pasan tan rápido, el chico es tomado por el cuello de la camisa antes de ser aplastado contra la superficie café.

Su rostro asustado es cruelmente apresado contra la madera—Escúchame bien idiota, no quiero que en tu miserable vida vuelvas a pensar que alguien como ella estaría con alguien como tú–murmura Peter, afianzando su agarre—Ahora vas a terminar tu trago en silencio, pagarás y te largaras para siempre porque juro que si veo tu jodido rostro cerca de mi bar será lo último que veas–amenaza antes de soltarlo,  fijando su atención en Yumei.

—¿¡Qué mierda sucede contigo!?–grita incrédula antes de rodear la barra, acercándose al tembloroso joven en busca de auxiliarlo—¿En qué estabas pensando, tu jodido...?–sus palabras se cortan al ver esos intensos ojos verdes brillando en la oscuridad.

Unos dedos fríos aprietan bruscamente su muñeca, la bartender es arrastrada a un callejón por un hombre que definitivamente no terminaba de conocer.

—Deja de joderme–es lo primero que escucha Yumei cuando su cuerpo es apresado entre esa silueta poderosa y la pesada puerta de metal.

Dejando a la pelinegra con una mal sabor de boca, ni siquiera cuando había tomado un gran trago de bitter había sentido tan amargo.

—No sé de qué me hablas–indica evitando verlo a la cara, ignorandolo de nuevo, viendo de reojo sus puños apretados y ese ceño arrugado.

—No te hagas la tonta, sé perfectamente que estás tramando algo–reclama alzando la voz, como si la culpara de cada una de sus desgracias—De lo contrario no actuarias como una niña tonta sedienta de atención–

Yumei no quiere hacer una escena, siempre ha sentido un poco de pena e incomprensión por aquellas personas que ventilan su vida por impulsividad mientras pelean. Pero en esta ocasión Peter no estaba ayudando, ¿Quién se creía que era?

—¿Y bien? ¿No planeas hablar? Apuesto a que soy mucho mejor que la mitad de los imbéciles que se...–

—¿Y cuál es tu puto problema?–interrumpe furiosa, rompiendo su agarre—Vienes, destruyes todo a tu paso y luego te vas, no tienes derecho a molestarte–su boca es una tumba, sabe que Peter no puede defenderse porque ella tiene razón—Tu y yo no somos nada, dices conocerme cuando ni siquiera te conoces a ti–reclama sintiendo un ligero temblor en sus manos a causa de la frustración.

—¿Y qué es lo que quieres de mi? ¿Qué se supone que quieres que haga, huh?–grita colérico, con los ojos inyectados en ese brillo verde que Yumei no puede ignorar—¿Por qué no puedes dejarme tranquilo? ¿Por qué a donde sea que vaya sigues estando en mi mente?–pregunta en un tono más bajo y al mismo tiempo tan perdido—¿Qué estás haciendo conmigo? ¿Por qué no puedo simplemente alejarme de ti?–

Peter se ve tan herido, como si su propia existencia fuera un caos infinito, un mar de problemas donde cada ola es un pensamiento que lo arrastra hasta el fondo, que lo ahoga, que lo mata y por más que intenta mantenerse a flote termina perdiendo el control.

—Debes dejar de actuar así–murmura Yumei acercando su mano a la fría mejilla del hombre, sintiendo unos cuantos bordes parecidos a los de una cicatriz—No puedo ayudarte si no te entiendo–susurra acariciando su pómulo cuidadosamente con su pulgar.

—Lo siento–pide avergonzado, huyendo de su mirada, esas esmeraldas incandescentes poco a poco se extinguen—Es solo que no me queda nada–

—No soy tuya Peter, ni siquiera soy de mi–explica, su mano soltando ese frío rostro antes de ser tomada por sorpresa.

Ese fuerte hombre aferrado a su silueta, con miedo y un ligero temblor, buscando la forma de inclinarse para que su rostro se esconda entre ese cabello ondulado. Su oído pegado al corazón ajeno y sus manos finalmente sosteniendo cada uno de sus temores.

Estaba perdida, pero no era novedad, después de todo hace mucho que había caído ante él.

You can't start overDonde viven las historias. Descúbrelo ahora