Estaba cansada, después de mucho tiempo había vuelto a esa rutina que había jurado dejar, no comía, no dormía y su cuerpo era prueba de ello, cualquiera que observara a la bartender podía notar esa mirada perdida, esas grandes ojeras y ese cabello antes ondulado y libre casi lacio amarrado de una forma tan improvisada.
La única cosa que le daba consuelo ahora era su mayor pesadilla, sus manos temblaban en el trabajo y era imposible que no derramara todo, había roto un par de vasos y se había cortado también. Era un desastre andante y sabía que la única razón por la que aún conservaba su empleo era por el dueño del bar.
¿Por qué no podía alejarse de él? A donde quiera que fuera, lo que sea que hiciera siempre tenía que verlo, escucharlo, extrañarlo.
¿En qué momento su piel se había impregnado de su esencia?
Un gruñido sale de sus labios al sentir el líquido derramarse entre sus manos, había fallado otra vez—Lo siento–dice avergonzada, ignorando las miradas y comentarios obscenos de quienes esperan su trago, termina con lentitud, ensuciando innecesariamente parte de la barra.
Su corazón se mantiene acelerado, la cabeza le punza y es inevitable que haga un ruido molesto cuando el jigger resbala de sus manos y golpea el metal del lavabo, está temblando, siempre ha sentido frustración hacia la gente que se siente intocable, hacia todos y cada uno de los miembros que encabezan la sociedad de Gotham y mantienen un régimen basado en corrupción para vivir rodeados de comodidades.
Pero en esta ocasión decide aprovecharse de sus beneficios y termina huyendo del lugar, mirando de reojo ese lugar vacío antes de salir en busca de aire, porque su cuerpo se siente tan cansado que no le sorprendería olvidar cómo respirar.
Se había dicho a si misma que no volvería a caer, que haría todo lo posible por sobrevivir, entonces ¿Por qué había regresado al suelo?
Se deshace de esa molesta coleta, se mira las manos en busca de controlar los temblores mientras su silueta se hace cada vez más pequeña en aquel rincón del almacén, puede sentir que está al borde del colapso y en esta ocasión no es por ella, sino por él.
Porque nuevamente ha entregado todo sin pensarlo, porque es más fácil preocuparse por la vida de Peter para recordarse que aún sigue viva.
El dolor y la preocupación también eran sentimientos humanos.
—No deberías estar aquí–murmura el hombre que la contrató, Yumei se muerde los labios evitando verlo a la cara—Si no fuera por ti y el maldito Red Hood yo no tendría que verme obligado a perder–
La pelinegra cierra los ojos buscando desaparecer, no era la primera vez que le hablaban de esa manera pero se sentía tan miserable porque un par de palabras podían hacerla retroceder.
A aquellos días grises donde se había aferrado a su soledad.
—¿¡Me estás escuchando!? ¡Yo soy el maldito dueño, no ese imbécil de traje!–reclama furioso, haciendo que la chica se estremezca, su despeinado cabello oculta su mirada, Yumei lo agradece, de lo contrario podría observarse que está a punto de romper en llanto.
Nuevamente se sentía tan sola.
—¡Se supone que me harías ganar dinero, no eres más que un estorbo! ¿¡Qué tan difícil es...!?–los gritos del hombre son interrumpidos por el sonido de la puerta chocando bruscamente con la pared, haciendo que ella busque la manera de hacerse una con el piso, ocultando su rostro entre sus manos.
Recordando cosas que hubiera preferido no pensar jamás.
—No vuelvas a hablarle de esa manera–amenaza una voz nueva, es más profunda, como un gruñido, es tan clara y al mismo tiempo tan distorsionada, casi como si hubiera algo que modificara el sonido.
Es inevitable que se muerda el interior de la mejilla y sus ojos se nublen al ver esa silueta de espaldas, lo había añorado tanto y ahora que lo tenía no estaba segura de si realmente había sido una buena opción.
—Yumei, necesito que salgas–ordena con esa voz extraña, sin soltar el cuello del hombre que mantiene contra el muro—Por favor–pide mientras aprieta su agarre haciendo que el tipo suelte un quejido.
Alguna vez hace algún tiempo ella había dicho que no le gustaba hablar, pero en esta ocasión no le causaba gracia estar muda, quería hablar, preguntar, exigir y gritar de ser necesario porque necesitaba asegurarse que Peter se encontraba mejor.
Pero tenía un nudo en la garganta, se había congelado en su sitio como la inútil que en estos últimos días había demostrado ser.
—Confía en mi–murmura sin darle la cara, haciendo que su corazón aumente la velocidad, ¿Era posible que latiera tan fuerte?
Su cuerpo reacciona, aún continua temblando pero se las arregla para caminar a la puerta, por un corto lapso admira de reojo a Peter, esperando ver esa mirada encendida, encontrándose con un rojo brillante, su ceño se frunce y tan pronto como sale se pregunta si en realidad había visto bien.
Su mente divaga, buscando la explicación más lógica del porqué Peter llevaba puesta esa especie de máscara, sintiéndose tensa al caer en cuenta que no sabe nada más de él, tan solo su nombre. ¿Realmente había sido honesto? ¿Por qué siempre huía? ¿Quién era él? ¿Realmente era prudente mantenerse a su lado?
Sus preguntas se disuelven cuando su vista es obstruida por aquella camisa roja, su corazón se relaja al escuchar los latidos ajenos, el de mechón blanco la abraza con delicadeza mientras ella se aferra con miedo, como si creyera que al soltarlo la dejaría de nuevo.
—Me haces sentir como una chica triste–murmura enterrando su rostro en el pecho del más alto, poco importandole llorar ahí, estaba tan cansada, ya no podía seguir reprimiendo su miedo.
—Lo sé, lo siento–su voz ha regresado, Peter recarga la barbilla en la cabeza de la pelinegra, jugando con los pocos rizos que mantienen su forma en un intento por calmarla.
Yumei ha aprendido que él no es un hombre expresivo pero también que con ella parece haber una excepción.
—Esta noche y el resto yo seré Dios–explica mientras se separa un poco para devolverle la mirada, tomando su rostro con esas manos tan frías, acariciando su mejilla y quitando un par de lágrimas con la misma delicadeza en que ella lo había tratado durante su delirio—Seré lo que sea para protegerte, incluso si eso significa alejarte de mi–promete antes de atraerla de nuevo a su pecho.
El pasado comenzaba a acecharlos.
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You can't start over
FanfictionLa primera vez que cruzaron miradas supo que él ocultaba algo, quizá fueron esos ojos verdes que pedían ayuda a gritos, esa boca llena de sarcasmo o simplemente el hecho de que había entrado bastante elegante al bar. Y es que ella no era fan de los...