You're so pretty it's hurts

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Algo no estaba bien, Yumei tenía un mal presentimiento, el hecho de que Peter no hubiera hecho acto de presencia durante dos días seguidos la hacía sentir intranquila.

Un suspiro sale de sus labios al mirar su muñeca, 1:35 a.m, Velvet cerraba a las dos de la mañana, Peter nunca se había atrasado, siempre llegaba a la misma hora y ocupaba el mismo sitio junto a la barra, ni siquiera cuando había acompañado a la mujer pelirroja había roto la rutina.

Entonces, ¿Qué había pasado? ¿Estaría bien? Maldición, la única vez en que se había ausentado fue después del casi beso que en sus más profundos sueños pudo concretar.

—¿Supiste del altercado que hubo cerca de Crime Alley?, al parecer apuñalaron a un hombre durante una riña–

Un nudo se forma en la garganta de la chica y siente una punzada en el pecho al escuchar al grupo de amigos ubicados cerca de la barra. ¿Y si Peter...?

No, no podría ser. Ella había sido testigo de su fuerza pero también de su temperamento, ¿Y si había molestado a los tipos equivocados? ¿Y si mientras ella estaba aquí él agonizaba afuera?

—¿Dónde escuchaste esa estupidez?–pregunta uno de sus acompañantes dando un sorbo a su cerveza, Yumei apostaría que ese amargo era incomparable al que se había instalado en su paladar—No fue un civil, fue Red Hood, al parecer tuvo otro altercado con los hombres de Black Mask, hicieron todo un reportaje–

Bien, si ese hombre decía la verdad solo podía significar dos cosas: la primera, Yumei necesitaba informarse, las noticias eran aburridas y bastante repetitivas (podría jurar que al menos 5 de cada 10 reportajes estaban completamente dedicados a Batman y su interminable historia con el payaso de Gotham) pero mínimo le evitarían ese mal sabor de boca, la segunda que él estaría bien.

Tal vez Peter finalmente se había tomado un merecido descanso.

Nunca hablaban más allá de aquellos coqueteos y reclamos, él nunca le había dicho algo personal a excepción de su nombre y Yumei había aprendido a no preguntar. Pero no era tonta, había notado desde el primer instante esa mirada cansada, esas profundas ojeras y esa alma agonizante que pedía a gritos ayuda.

Con el corazón más calmado se dedicó a terminar su jornada, sin poder evitar desear que Peter volviera a ella.

Él jamás llegó a la barra, pero no importaba, porque Yumei suponía que se encontraría bien, ya tendría tiempo para verlo, cansada se dirige a casa dejando que el cielo nocturno de Gotham la acompañe en su caminata.

Su respiración se corta al escuchar unas pisadas a su espalda—Disculpa, ¿Puedo acompañarte?–pregunta un hombre pelirrojo que ha salido de la nada, haciendo que se estremezca.

Sin hacer ruido, sin evidenciarlo más allá de su mirada y una mueca sutil. Sus manos sudan, sus ojos inquietos buscan alguna ruta de escape pero sus piernas no responden, su boca está seca sin importar cuánta saliva intente tragar, analiza lo poco que puede del rostro del hombre, tiene un aspecto descuidado pero nada sospechoso.

Sabe que espera una respuesta pero sus labios se han sellado, simplemente no puede hablar. Reúne el valor suficiente como para negar con la cabeza, rogando por estar lista para correr si es necesario.

—Esta bien, lo entiendo, tan solo ve con cuidado–pide amablemente con una pequeña sonrisa que confunde a Yumei, porque no creía que fuera posible que todavía existieran personas como él en Gotham.

No ha sido una amenaza, más bien fue una petición, una vez que el pecoso da la vuelta y se aleja lo suficiente, la pelinegra apresura el paso, atenta a cualquier movimiento o ruido extraño, encerrandose tan pronto como ha entrado a su hogar.

Incluso estando segura es inevitable que se sienta observada, no planea espiar, pero algo le dice que la han seguido hasta aquí, un ligero temblor se apodera de sus manos, no, no va a darle un ataque más bien es el cansancio por no dormir adecuadamente este último mes.

Lo único que necesita es descansar, se quita los zapatos y se alborota el cabello aún más en un intento por relajarse, enciende la luz y entonces lo ve.

No, no podía ser cierto. Esto debía ser irreal, no había forma de que su jefe, el jodido dueño de Velvet, el hombre al que casi besa y del cual definitivamente no está enamorada estuviera inconsciente en su sofá.

Con la camisa roja y no precisamente porque sea el color de la tela, el traje deshecho rodeado de gasas y vendas improvisadas además de unas cuantas botellas de alcohol.

¿¡En qué demonios estaba pensando al utilizar vodka como desinfectante!?

Su frustración pasa a segundo plano cuando termina de analizar las condiciones en que se encuentra el hombre herido en su sala, en un parpadeo se encuentra de rodillas frente a él, sintiendo su cuerpo arder.

—Estaras bien–dice en voz baja antes de con mucho esfuerzo recostarlo, colocando cuidadosamente su cabeza sobre un cojín, antes de correr a la cocina por un trapo y mojarlo con agua fría para colocarlo sobre su frente.

—No me dejes... Tu no–susurra con dificultad, las manos de la pelinegra se aferran a las del hombre inconsciente, no está segura de qué debe hacer, a quien llamar.

Sintiendo su pecho apretarse en el instante en que ve ese ceño fruncido y una mueca repleta de dolor, Peter se remueve con desesperación, haciendo que sus heridas amenacen con abrirse de nuevo, no sabe cuan profundas son pero sí que no han sido tratadas tan bien, al menos no cuando sus movimiento hacen que comiencen a formarse manchas carmesí cada vez más grandes.

—No... Otra vez no...–se queja dolorosamente, removiendose cada vez más intranquilo, está sudando—¡Sácame, tienes que sacarme, no me dejes solo aquí!–grita con la respiración acelerada, abriendo los ojos con brusquedad.

Sus ojos arden en un verde incandescente al sentarse, instintivamente su mano se aferra a uno de sus bolsillos, está jadeando, observa todo con furia, como si fuera un animal salvaje que lo único que busca es escapar—Peter, espera–pide con suavidad la bartender, estremeciéndose un poco al encontrarse con su mirada, los dedos del hombre se aferran a su bolsillo incluso si no ha dejado de ver a Yumei.

El brillo en su mirada comienza a extinguirse—Tengo que irme–explica mientras sus hombros parecen relajarse, sin embargo la mueca en sus labios y la mano que se aferra a su cien le indica a la pelinegra que esta mintiendo.

—Estas herido–

Eres tan bonita que duele–murmura Peter con una pequeña sonrisa nostálgica, dándole un beso en la frente antes de salir de ahí.

Sin explicaciones, sin escuchar la preocupada voz de Yumei exigiendo su regreso.

¿Cómo se supone que dormiría después de esto?

You can't start overDonde viven las historias. Descúbrelo ahora