4- Cielo negro.

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A los diez años de Gwendolyn Stalkov.

Los reflectores impactan contra mi rostro, casi cegandome. Busco a mi abuela entre las personas sentadas en la butaca, pero no logro verla.

Todos están sorprendidos, siento la sangre caliente en mi cara y en los ojos, el sabor férreo se hace cada vez más intenso.

-Gwendolyn, tranquila, tranquila. Estarás bien. -La señorita Jaminson me mira con miedo.

Me duele.

No pasa nada, la ambulancia ya viene.

Mi abuela se va a asustar mucho y...

Tiemblo, tengo vergüenza, aún en estás situaciones odio que toda la atención recaiga solo en mí. Algunos padres de mis compañeras están alrededor mío intentando acercarme trapos para que la hemorragia pare.

Soy tan torpe, tan tonta. No logré divisar dónde acababa el escenario y acabé cayendo de frente contra el filo de algo que ni siquiera sé que es. Ahora tengo el tutú lleno de sangre, y había arruinado la presentación.

¡Gwendolyn! -mi abuela apareció, su rostro desborda preocupación, yo sé que desde que falleció el abuelo ella no soporta ver sangre. Ella se desmaya si ve sangre.

Intento bajar la mirada y cubrirme la frente con las manos para que ella no vea, sin embargo me toma y baja mis manos, dejando la herida expuesta.

Tendras una cicatriz muy fea - lo dice en un tono despreocupado, casi burlón para que yo no me asuste, pero se que por dentro ella esta asustada.

Mi abuela Lilian no es muy grande, tiene cincuenta y cinco años. Huele a tabaco y a perfume, y todo el tiempo está vestida tan elegante que parece una de esas señoras famosas que ves en la tele. Siempre que mamá se va de viaje ella está conmigo.

La ambulancia llega en un dos por tres, veo a mis compañeras detrás mío dándome ánimos, sin embargo me siento culpable por arruinarles el día por el que tanto nos estábamos esforzando.

Unas cinco horas más tarde, estoy en mi casa con la frente hinchada, si bien no fue una herida tan grave necesite cuatro puntos.

Parezco chucky

Mi abuela ríe y yo esbozo una sonrisa triste.

Ya oíste al doctor, si sana bien la cicatriz no será tan mala, debes cuidar que no se infecte.

Soy tan estúpida.

¡Ey! ¡No digas palabrotas!

¡Es la verdad! Ni siquiera tengo amigas por eso. ¡Por eso me molestan en la escuela!

Cariño...

Ire a dormir. -Sé que no es culpa de ella, pero no tengo ganas de hablar. Subo a mi habitación, y en lugar de dirgirme a la cama, voy hacia la ventana.

Aire cálido. Estrellas resplandecientes. Mis amigas.

Escuchen — le hablo al cielo— Se que ustedes me entienden, aunque estén a miiles de kilómetros... Sé que me escuchan, por favor ayúdenme a ya no ser tan torpe, a tener amigas... A qué la gente me quiera -cierro los ojos y respiro profundamente - Lo deseo.

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Actualmente.

Cuando era más joven me sentía muy sola.

Cuando las estrellas dejen de brillar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora