5- Mala suerte.

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A los 15 años de Gwendolyn Stalkov

Sollozo

Grito

Siento la garganta seca de tanto llorar, los ojos me arden, intento respirar y calmarme.

Me siento en mi cama con las piernas en el pecho, me aprieto los ojos con las manos, como si eso pudiera hacerme detener las lágrimas.

—Gwendolyn... —Mi madre entra a la habitación e intenta darme un abrazo.

La aparto y  no dejo que se me acerque.

—¡Déjame sola!

Gwendolyn

Gwendolyn

¡Gwendolyn!

✰✰✰✰✰✰✰✰✰

Despierto empapada de sudor y siento que la respiración me falta. Me siento en la cama para intentar respirar mejor y me doy golpecitos en el pecho.

Inhala, exhala, inhala, exhala.

Hace años que no tenía una pesadilla, porque para mi ese recuerdo es lo que es.

Solo una pesadilla.

Me levanto de la cama y voy director a la cocina por un vaso de agua, me miro en el reflejo del microondas y estoy roja, despeinada, con las mejillas empapadas de lágrimas.

Solo fue un sueño Gwendolyn.

El reloj marca las cinco de la mañana, es sábado y estoy segura de que no podré reconciliar el sueño, así que me acerco a la ventana y miro el cielo por centésima vez durante éstas últimas semanas, y lo que veo no me sorprende.

Vacío.

Estoy estresada, cansada, triste, y un montón de emociones al mismo tiempo que no logro entender.

Así que decido llamar a la única persona que me entiende en el mundo.

Bueno, después de la abuela.

—¿Witam? —escucho el peculiar acento polaco de papá.

Tata.

—¡Gwen! — su voz suena alegre — ¡Hija!

—Hola pa.

—Hace tiempo que no sabía de ti.

—Hace una semana —sonrió por la exageración de mi padre — Lo siento, estaba ocupada. ¿Otra vez no tienes mi número registrado?

—Sabes bien que no sé usar esta cosa —escucho como chasquea la lengua— Espera, ¿Qué hora es Inglaterra?

—Son las cinco de la mañana.

—Uy, veo que no puedes dormir, Księżniczka.

—Asi es.

—¿Tuviste un mal sueño?

—A veces olvido que me conoces demasido bien.

—Claro, cuando eras niña solo despertabas por un mal sueño. Si no dormías tan profundamente que parecía que estabas muerta.

Suelto una carcajada.

—Eso no ha cambiado.

—¿Cómo va la revista?

Ay. Olvide contarle ese pequeño detalle. Confío mucho en mi padre, pero estoy segura de que si se entrará sabria que estoy como un oso depresivo en hibernacion y viajaría de Polonia hasta acá y no quiero molestarlo, no cuando su boda está tan cerca.

Cuando las estrellas dejen de brillar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora