Ya no me dejo engañar
con el fulgor de tu mirada.
Aunque en tus ojos brille la esperanza,
dices ser víctima de la mala suerte,
pero en realidad, eres
un cobarde inerte.
Tu discurso es una fachada
una excusa para no hacer nada.
Nunca te atreves a avanzar,
detrás de tu mascara de desgracia
se oculta la verdad de tu
falta de audacia.
En el pasado te hubiera ayudado,
ancla, que al conformismo
me estarías arrastrando.
Ya no me caigo en esta trampa
no me dejo engañar
nunca existieron damiselas en apuros
ni el bueno abrazado por la desgracia.
No te dejes engañar,
que su pena no te dé pena
no se quieren esforzar.
siempre les falta cinco para el peso,
porque nunca se quieren ayudar.
La fortuna nunca favorece al desprevenido.