Capítulo 5: Azulina; Zuleida

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Un lugar foráneo, apartada de sus gélidas montañas y frío permanente, solo sentía como su cuerpo se apegaba a esas telas delgadas flotantes al aire. La simple salida del sol por aquel balcón avisaba el calor sofocante que debería soportar por un día completo. Cuanto daría por regresar y estar en su particular calma en el castillo de Montés a las puertas del llamado "fin del mundo".

Con sus sudorosas manos algo insatisfecha por su conversación con Radamés durante la noche anterior, ojeaba un par de hojas en un libro que había sacado de la gran biblioteca del castillo, le encantaba leer y estar en silencio, le brindaba paz y viajes a otros mundos alternos en donde se perdía entre miles de fantasías, pero también amaba leer la historia del pasado, descubrir secretos escondidos y olvidados por los habitantes del sur o el norte. Aburrida mirándolo, solo se sentía inquieta por seguir a su hermano, sin embargo, había aceptado el trato con el príncipe, de todas las tonteras que habló, una era cierta, la podían encontrar y si era así, quedaría al descubierto, aunque poco le importaría si no fuera porque su padre exigió en enviarla a Realos.

 Un par de golpes sonaron en la puerta.

- ¿Estás lista? - consultó Sabas desde afuera.

 Ella sin contestar se dirigió a la puerta y salió.

-Te ves hermosa- comentó amablemente.

- ¿Vamos? - .

Ambos príncipes se dirigieron por los pasillos para hablar con el aspirante a rey. Llegaron frente a unas puertas radiantes delineadas con pintura dorada formando un pavo real.

 Adentro había una gran mesa de cuarzo con varias sillas alrededor y una más predominante donde se encontraba Radamés junto a su madre de pie.

-Majestad- ofreció Sabas una reverencia junto a Zuleida.

-Majestad- repitió ella.

-Pasaos, tomad asiento- señaló Radamés un poco incómodo.

Aethra se apartó de su hijo y tomó asiento junto a los príncipes.

- ¿A que debe vuestro llamado? - . 

 -Quisiera daros mis condolencias nuevamente majestad, sé que no son días placenteros y espero que venga una dicha y prosperidad como siempre ha disfrutado Realos- respondió Sabas diplomáticamente recibiendo aprobación de Aethra y Radamés- con mi hermana, la princesa Zuleida fuimos enviados por mi padre, el rey Silas de Arys y en su representación, queríamos ofrecer el termino de los impuestos para vuestro reino en el lejano y frío Arys-.

Aethra y su hijo recibieron la noticia con cautela y ella consultó- y esta oferta ¿se debe a algo o tenéis algún trato de por medio? -.

 -Bueno, a cambio mi padre os gustaría que aceptarais a mi hermana, la princesa Zuleida, como futura esposa y reina de Realos- los ojos de Zuleida se posaron inmediatamente en él como si quisiera devorarlo ahí mismo, pero la simple diplomacia del momento la mantuvo en su sitio. Al otro lado de la mesa, Aethra y Radamés se mostraron de sorpresa, no esperaron aquella propuesta.

-Agradecemos vuestra oferta, príncipe Sabas- dijo serena Aethra y dirigiendo su mirada a Zuleida consultó- princesa ¿Qué podéis decir al respecto? -.

Zuleida con la respiración agitada en rabia por las mentiras de su hermano, respondió- es una sorpresa, no me enteré de que nuestro... padre...-las palabras comenzaban a salir un poco más lentas mientras intentaba pensar con calma- quería que me casara... con su majestad, más bien, habíamos sido enviados para ofrecer este trato a cambio de que aceptarais a mis sobrinos, los hijos del príncipe Sabas en la academia de Turungur...- sin dejarla terminar Sabas la interrumpió.

 -Mi hermana no estaba al tanto de lo que hablamos con mi padre...-.

-Si lo estaba- intercedió Zuleida molesta. 

-Veo que la princesa ha tomado esta propuesta por sorpresa- añadió Aethra analizando a ambos- ¿os gustaría ser la esposa de mi hijo? -.

 Con sobresalto recibió esa pregunta con un rotundo "no" que evitó- como ha visto, apenas podría pensarlo con tanta precipitación-.

-Alteza, os aseguro que ella encantada sería vuestra esposa- comentó Sabas a Radamés y ella prefirió no hablar, pues, en ojos ajenos podía dejar una mala impresión.

Radamés que se había mantenido en silencio escuchando lo que ocurría frente a sus ojos, dijo- creo que la princesa debería tomar unos días para pensarlo, por nuestra parte, creo que lo conversaremos y sobre vuestros hijos príncipe Sabas, ¿es cierto? -.

 -Sí, quisiera integrarlos para que terminen su enseñanza en un lugar con prestigio, como ha sido el lugar donde tantos reyes y también reinas se han formado-.

-Pues, lo conversaremos con el consejo príncipe Sabas- intervino Aethra- muchos rumores en el continente han dado cuenta de sus faltas graves que han terminado quitándole su derecho al trono de Arys-.

Zuleida se regocijó en las palabras de aquella mujer que dejaron empantanado a su hermano. 

-Podéis iros- terminó Radamés.

Ambos príncipes se retiraron de la sala y siguieron por el extenso pasillo de pilares en lo alto del castillo, permitiendo respirar frescura ante el calor y la rabia que aún envolvía a Zuleida. Cuando por fin llegaron al pasillo de visitas y lejos de otras personas ella dejó salir su ira enfrentándolo.

Espero por la madre tierra que ¡tú! No hayas ¡convencido a mi padre de esto! - apuntó el camino que daba a las puertas de las que salieron.

Él con serenidad respondió- ¿Casarte con él? ...- sin poder continuar Zuleida siguió.

- ¡Si!, ¿acaso tienes que ver con esto?, porque llevas años, ¡años! Intentando casarme con algún rey de algún lugar, y te lo vuelvo a decir, yo no me casaré según tus términos- hizo hincapié en las palabras- has buscado alejarnos a ¡todos!, poco más vendiste a mi hermana al lugar más árido del mundo, con personas completamente distintos a nosotros y a nuestro hermano Aron... convenciste a nuestro padre de enviarlo a las tierras australes para quedarte como el único heredero, alejándonos de ti, solo yo te sigo estorbando ¿no?, y mucho más ahora que no tienes tu derecho al trono- sus ojos comenzaban a morder a Sabas, la furia y rabia que tenía Zuleida contra su hermano no la podía calmar con nada.

-Ahhh...- suspiró- mira hermanita, deja de delirar, muchos libros te hacen...-.

- ¿Delirar? Prefiero delirar antes de traicionar a mi familia- los ojos de Sabas dejaron de ser tanta dulzura y se volvieron un demonio.

 -Mira Zuleida, lo hice, sí, pero por el bien de todos, ¿ves a alguien mal? No, y sinceramente yo no tengo nada con esta casualidad, no he hablado nada con nuestro padre para casarte, él me lo pidió exclusivamente, porque por mí, prefería enviarte a las grandes bibliotecas de los sabios para que sirvas de sacerdotisa o creya en los templos-.

Ella aún enfurecida y sin credibilidad en las palabras de Sabas respondió- olvídate de que me casaré algún día-. 


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