Capítulo 12: Crisálida

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En la bahía de la Nueva Aspirel se podía ver como un bote se asomaba por el horizonte mientras amanecía, navegando por el amplio rio central que se abría al océano, mezclando el agua dulce con la salada, varios torreones de vigilancia colocados en islotes de ese río avisaban la llegada de un forastero. Cuatro torreones escondidos entre los altos bosques de las islas tenían la gran misión de proteger la entrada a la capital de la Nueva Aspirel, Crisálida, ciudad que se encontraba a unos kilómetros más adentro y recibía grandes barcos en su puerto de madera, llamativa ciudad por los anchos muros que la protegían dejaba ver las torres del grotesco castillo protegido por otros murallones de piedra y muy bien custodiada en cada centímetro de la ciudad y sus alrededores,ya que hace años, aquella ciudad había sido afectada por la guerra de los hermanos Arce, las murallas aún tenían rasguños de la batalla y se encontraban en reparación por esclavos. Por otra parte, su gran puente que cruzaba el rio hacia el norte era llamativo por su altura y largo que permitía el paso de grandes navíos hacia el sur hasta las ciudades sureñas de este país.

En el puerto, desembarcó el bote que llevaba el nombre de "la joya", de ahí bajaron cinco hombres encapuchados pareciendo idénticos, menos uno que destacaba por su altura. Se encaminaron por la ciudad y aquel hombre alto miraba a su alrededor con una única misión, llegar lo más pronto posible a las puertas gruesas del castillo por las calles embellecidas con adoquines para evitar el barro, con niños casi desnutridos jugando en las calles mientras otros trabajaban en los puestos con sus padres, los hombres vestían abrigos de tela y cuero, puesto que en otoño ya se sentía el frío, por otra parte, borrachos tirados en el suelo y otros caminando pidiendo limosna o cortejando mujeres que intentaban estar lo más cerca de sus hogares con las puertas cerradas que destacaban por estar aseguradas con metal. Muchos carretones andaban por las calles principales que dificultaban su paso entre la muchedumbre.

Finalmente, a las puertas del castillo, las murallas que protegían a la familia real no dejaban ver las torres y las sombras se extendían más allá de las casas más cercanas; sobre las puertas se extendía un gran lienzo que destacaba un rostro de un oso furioso con una corona dorada. El hombre alto lo miró y con tranquilidad no extrañó el antiguo símbolo de la Aspirel, aquel oso con los ojos cerrados y brazos juntos hibernando.

Frente a ellos los guardias con libreas burdeos metálicas y abrigos de pieles oscuras se acercaron.

 -¡No se admite el paso a extraños! Regresaos- ordenó uno de ellos.

-¡Somos fieles sirvientes del rey!- aclaró el más alto- Crecia está con sol- susurró las palabras claves.

Los ojos del guardia se agrandaron al escuchar las palabras y sin pensar más les dijo.

 -Síganme-.

Los cinco encapuchados hicieron ingreso al castillo junto al guardia que los guio por el camino hasta la primera torre que la rodeaban muchos árboles frondosos, en lo alto de la torre nuevamente se podía ver el estandarte de la Nueva Aspirel, el oso furioso con su añorada corona resguardándola y reclamándola suya. Debajo de esa torre, las puertas daban a un patio interno con varios floreros y armas con escudos que decoraban las paredes. En el fondo se podía ver la figura pintada del oso con sus dientes amarillentos, el guardia los guio y pidió a un compañero cercano que fuera en busca del rey.

Mientras los cinco hombres se quitaban sus capuchas apresuradamente volvió el hombre seguido por el rey Maur Arce resguardado por una docena de soldados armados.

-Mi alteza, por fin han regresado- señaló el guardia a los hombres del patio.

-Alteza- saludaron los hombres arrodillándose ante él con los rostros inclinados mostrando todo su respeto y lealtad.

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⏰ Última actualización: Feb 02 ⏰

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