Capítulo 2: Fuera de alcance

39 6 14
                                    

A Leo le encantaba ver las estrellas por la noche. Era algo que solía hacer mucho con su hermana Mónica, y esta no fue la excepción. Ambos estaban afuera tirados en el suelo, mirando las estrellas. En ese momento, Leo se levanta del suelo para observar su muñeca derecha con ese objeto recién incrustado en su piel. Debió haberle picado, porque empezó a rascarse. Mónica también se levanta para consolarlo ya que, aunque ayer pudo convocar una sorprendente armadura, todavía no entendía del todo los misterios de ese artefacto que ahora vive en su brazo.

-¿Cómo te sientes? -Preguntó Mónica a su hermano mayor, quien no quitaba los ojos de su muñeca derecha.

-No lo sé...diferente, tal vez. -Respondió Leo. Hace apenas unas horas, Leo había descubierto nuevas funciones de su armadura: descubrió que podía crear cañones de energía a partir de sus brazos, y su fuerza había aumentado considerablemente. No solo eso, su cabello y ojos ahora eran de un azul claro, como si esa armadura cambiará su apariencia física.

-Ey. -Dijo Mónica tomando el hombro de su hermano para consolarlo. -Solo tú sabes qué vas a hacer con esa armadura. Parece que alguien quería que lo tuvieras. Sea quien sea, parece que te eligió por alguna razón, Leo. -Sus palabras fueron sinceras, y Leo solo agradeció a Mónica con un abrazo.

En el espacio, un planeta había sido devastado por un enorme ejército. Los soldados y los monstruos arrasaron con todo lo que se cruzaba en su camino. Eran como perros salvajes con tres ojos, nariz puntiaguda y tentáculos saliendo de sus espaldas. Estos monstruos medían unos 8 metros de altura y arrasaban un pueblo siguiendo las órdenes de varios cazadores, o mejor dicho, soldados de algún imperio. Estos soldados al ver que ya han destruido la gran mayoría del pueblo, gritan a las bestias que regresen al barco del que vinieron. Algunos, que iban a pie, usaban látigos para mover a los monstruos sin jinete. Uno de ellos sólo ve lo que fue el pueblo de una tribu alienígena, con una mirada melancólica perdida entre las casas quemadas, los cuerpos mutilados y, por supuesto, la destrucción.

-Mierda... ¿Entonces esto es lo que deja una guerra para las víctimas? -Dijo, mientras portaba un rifle de iones atado a un cinturón alrededor de su torso. Quería irse, dejar atrás a los demás y encontrar la libertad.

-¡Ey! ¡Tú, el explorador! -Dijo otro de los soldados. -Ven aquí, pedazo de mierda, no te uniste a la Mano Celestial para estas mariconadas. -Se giró, uno de los soldados de mayor rango, un teniente, más específicamente, le gritaba que fuera con ellos al barco, que estaba a unos metros de distancia. Una vez en el barco, vio cómo los soldados encerraban a los monstruos en jaulas especiales. Estaba sentado sobre una caja de suministros militares.

-Oye, Khan. -Dijo uno de los soldados hacia él. Era June G'Krabon, uno de los mejores soldados de la Mano Celestial. Le ofreció sentarse a su lado. Khan aceptó. -¿Qué tal? -Dijo June, quien parecía empatizar con Khan. -Escuché al teniente Hust gritarte que subieras a bordo del barco.

-Ah, sí. Yo estaba... mirando nuestra victoria. -Dijo Khan, con una voz melancólica que June reconoció.

-El maricón tiene miedo. No esperaba menos de un jodido novato. -Dijo otro de los militares que estaban al lado de June. Era Frekson Nbar, un soldado especialista y parte del escuadrón de Hust y June. Los demás junto a Nbar se rieron de su comentario. En parte tenía razón: Khan tenía miedo y se preguntaba si realmente debería estar en las filas del ejército de la Mano Celestial.

-Cállate la puta boca, Nbar, o no querrás pasar por la misma mierda que te hice sufrir hace 20 horas. -Dijo June, y Nbar dio un paso atrás mientras el soldado se levantaba, dispuesto a hacerle algo. -Dime, pedazo de mierda. ¿Quieres que vuelva a meter mi puño en tu puta boca? ¿Eh? ¿Más profundo? ¡Responde mi puta pregunta, pedazo de mierda, maricón!

-¡G'Krabon, deje en paz al soldado Nbar! -Era el teniente Hust, quien dio un grito tan fuerte que hizo temblar a June. Khan siempre había visto al soldado G'Krabon como una figura imponente y respetable, pero esta vez parecía más bien un matón que iba a hacerle algo horrible a Nbar.

Después de 5 horas, llegaron a la nave nodriza de la Mano Celestial, el Darkxseyd, un buque de guerra grande y poderoso. Incluso fue aterrador. En el interior, el equipo de Hust y June desembarcaron de su nave y algunos soldados condujeron a los monstruos de guerra a sus respectivas jaulas. El Darkxseyd tenía el tamaño de un planeta pequeño, pero su diseño era muy aterrador. Quienquiera que fuera el ingeniero que lo diseñó, sabía cómo debía inspirar terror. No por nada varios planetas temían a la Mano Celestial. Sus tropas, sus barcos, sus armas, todo, inspiraba miedo. Hust había extraído una caja con una muestra de ADN de la tribu que sus hombres masacraron hace 5 horas. Llevó la muestra de ADN a las paredes del Darkxseyd y éste inmediatamente le arrebató la muestra. La muestra de ADN acabó en una enorme sala junto con otras muestras de otras especies erradicadas por la Mano Celestial.

Mientras tanto, en el puente del enorme barco, estaba quien comandaba a todo este ejército. Estaba cubierto por sombras junto con una capa marrón. Su visor rojo iluminaba su trono. Portaba una gran lanza, mientras que frente a él estaban los científicos e ingenieros de la Mano Celestial, quienes, con miedo, le mostraban sus avances en las nuevas armas.

-Y esto ayudará a que mi imperio alcance la victoria, mi objetivo... -Se tomó un momento para levantarse. Se podía apreciar más su apariencia: había púas afiladas en su hombrera derecha, además de su mano afilada de cuatro dedos. Luego habló. -Cómo...? -Su voz era tan profunda que incluso los científicos e ingenieros temieron.

-Esperábamos que dijera eso, mi señor.- Dijo temeroso uno de los ingenieros mientras le mostraba una tableta con los planos de poderosos cañones para el Darkxseyd.

-Estarían en medio de las alas, cerca del área de mantenimiento de armas. -Dijo otro ingeniero. Makruxz se limitó a suspirar, lo que asustó a los ingenieros.

-¿Acaso han olvidado que hago todo esto por un bien mayor? -Makruxz se levantó de su trono para caminar hacia el ingeniero que le mostró los planos de los cañones. -Le estoy haciendo un favor a la galaxia... erradicando las especies primitivas para que, una vez reiniciadas, puedan volver a caminar mejor de lo que solían ser. -Levantó la mano hacia el ingeniero, quien fue elevado por sus poderes de gravedad. Una vez arriba gracias a Makruxz, cerró la mano, lo que provocó la muerte del ingeniero de una forma muy horrible: el ingeniero literalmente explotó, sus huesos quedaron destrozados y su piel se había convertido en átomos, liberando una enorme lluvia de sangre. -Limpien esa puta mierda. Ya tuve suficiente de ustedes, hijos de puta.

The Sentinel Knight Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora