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Athena Vetrova
Seúl, Corea.
(Línea temporal: finales de Lujuria)

—Lily, ven—llamo a la pequeña que sigue correteando por el jardín siendo perseguida por el Husky al que llamamos Ares.

Bueno, ella lo llamó Ares después de leer libros (adecuados para su edad) sobre la mitología griega y decidir que, como el perro ha sido entrenado para pelear, era adecuado el nombre.

—Solo un rato más—la pequeña me hace un puchero y yo ruedo los ojos negando—. Por favor, Bri, porfis.

Bri. Igual que mi madre, mi hermana me llama por el diminutivo de mi segundo nombre. Brianne.

—No, ya sabes que debes comer a tus horas, ven—mi tono no deja espacio a réplica, y ella no tiene más opción que agachar la cabeza y caminar hacia mi

Antes de que pase por mi lado la detengo y me agacho frente a ella, levantando mi mano para acomodar sus rebeldes rizos negros antes de inclinarme y besar su frente.

»Te amo—le recuerdo y ella asiente cabizbaja—. No pongas esa cara, Lily, es solo un rato para comer. Después tendrás las clases y más tarde podrás jugar con Ares, él no irá a ningún lado.

—Lo sé—me rodea el cuello con sus bracitos y yo cierro los ojos abrazándola con fuerza—. Te amo, Bri.

—Yo también te amo, pequeña—beso su frente—. Vamos a comer, hice pollo y papas fritas, es día de comida chatarra.

—¡Si!—se suelta de mi agarre y corre dentro de la cocina, tomando asiento rápidamente en la mesa circular cercana a una de las enormes ventanas que permiten entrar la luz

Río.

Ella, como siempre, fija sus ojos en el rosal que podemos ver a través de esa ventana y comienza a contar las rosas desde aquí, teniendo que comenzar de nuevo una vez cada tanto debido a que es demasiado grande, ocupando toda la pared detrás de los columpios como una enredadera.

Hice lo que pude para que se pareciera al que teníamos en casa, en Rusia. Para que se asemejara al que mamá hizo para mi cuando le dije que me gustaban mucho las rosas.

Tomó tiempo, pero se encargó que un rosal creciera como enredadera en una de las paredes de la casa, justo detrás de los columpios en los que me pasaba todo el día leyendo.

Sirvo nuestros platos de comida y los llevo a la mesa, sonriendo cuando Lily comienza a comer y sonríe satisfecha murmurando "delicioso" y "deberíamos comer esto cada día".

—Escucha, tengo que ir a la central después de comer—le informo y ella me mira con disgusto—. Lo siento, Lily, pero hay problemas y ya sabes que la jefa no puede faltar.

—¿De nuevo tienes que reunirte con el ministro Morgan?—cuestiona y asiento—. ¿Por qué ese hombre nunca te deja en paz?

Río.

—Eso es grosero, Lily—la reprendo—. El ministro Morgan es mi jefe, es el padre de Christopher, a ti te agrada Christopher.

—Solo cuando no es grosero.

Ruedo los ojos. «Es decir, casi nunca»

—Bueno, el punto es que si no cumplo con mi trabajo, no me pagan, y si no me pagan no puedo hacerte ese pollo frito que tanto te gusta comer...

—Bien, bien—accede—. ¿Iremos mañana por un helado entonces?

—Te lo prometo, ahora come.

Thorns of a Love [Ali Mahala]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora