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Vuelvo a ojear otra interminable revista del corazón sin ver nada en realidad. La espera está siendo larga, tanto, que cada vez me parece más atractiva la idea de salir de aquella sala de espera y volver a la comodidad de mi casa. Algo que a la larga no me conviene, y eso, es lo único que me ancla a la silla.

Impaciente, alzo la mirada a la señora que está al otro lado de la sala y que parece colocarse tímidamente y a escondidas su peluca rubia de pelo natural. Su mirada se cruza con la mía y solo se encoge de hombros sonriendo avergonzada. Ambos sabemos lo que es y la incomodidad que eso nos puede llegar a producir.

— Soy nueva en esto... —dice con una risa quedada.

— La entiendo, créame... —le digo correspondiendo a su sonrisa. El marido que parece impasible mirando el móvil, mira nuestra pequeña interacción sin entender.

— ¿Tú también llevas una?

— No, acompañé a alguien en esa etapa...

— Pues que suerte. —dice con un suspiro— Yo ni siquiera soy rubia, pero, mi hija me convenció para que me comprara esta. Para modernizarme, dice...

Parece nerviosa y un poco abatida. El silencio se adueña de nuevo de aquella sala de espera mientras miro a aquella señora de la que pocos entienden por lo que estará pasando. Solo los que hemos estado en esa misma trinchera podemos llegar a intuirlo.

— Pasa rápido. —le digo y ella me mira con la interrogación pintada en su rostro.— El tiempo. Pese a que note que no es así, el tiempo pasa y pronto no tendrá que utilizarla. Ya lo verá.

Lanza un bufido de sorpresa.

— Que un chico tan joven me esté dando consejos sobre esto...que mal repartido está el mundo. —dice con rabia.

— Este mal no mira la edad ni la condición humana, señora. —digo apoyándome en la silla para ponerme más cómodo.— Créame. Es mejor no pararse a pensar en esas cosas.

Ella asiente dándome la razón y ambos lanzamos un suspiro cansado. El suspiro del soldado que vuelve de la batalla una y otra vez aunque esté ganando la guerra.

— ¿Qué te trae por aquí? —pregunta tras mirar a su marido por unos minutos.

— Mastectomía parcial... —digo haciendo una mueca.

— Bueno, será coser y cantar. Si me permites la expresión...

Comienzo a reír.

— En estos lugares hace falta más humor, créame...

La recepcionista de la clínica aparece en la sala mientras intentamos guardar silencio.

— ¿Zhang Hao?

— Sí. Soy yo. —digo levantándome y recogiendo mi sudadera del suelo.

— El doctor le está esperando. —dice mientras me espera en la puerta.

— Bueno, suerte Zhanghao... —dice aquella señora.

— Gracias. —le digo con una sonrisa sincera. Salgo de la sala pero un impulso me hace volverme hacia la pareja que he quedado a mis espaldas.— Por cierto, le queda genial el rubio.

Le lanzo un guiño antes de marcharme de camino a la consulta.

— Es la segunda puerta a la derecha. —dice aquella recepcionista con voz fría y monocorde.

La miro frunciendo el ceño. ¿Es que ya no queda humanidad en estos sitios?¿Tanto cuenta mantener un tono cálido y alentador?

— Gracias... —le digo con algo de ironía.

Habitación 038  - HAOBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora