FINAL

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"En las personas valientes el miedo es sólo consciencia del peligro, en las cobardes es mucho más que ausencia de valor. El miedo excluye la dignidad, la generosidad, el sentido de la justicia, y llega incluso a perjudicar la inteligencia, porque altera la percepción de la realidad y alarga las sombras de todas las cosas. Las personas cobardes tienen miedo hasta de sí mismas."

Todavía recuerdo cómo no comprendía la concordancia en aquellas palabras, esas que unidas parecían un despropósito al ojo y al sentir humano. Y cuán ciegos podemos llegar a estar hasta que ponemos la piel y el hueso cerca de esa llama que arde y hiere, haciendo latir nuestra herida al son de otros tantos que ya la han sufrido. Ahora, aquí, en este momento, soy más consciente que nunca:

Si el miedo acaba, sana la herida.

— Quítate la toalla, Hao...

— No...

— ¡Hao!

Se acabó.

— Por favor...

— ¡Zhang Hao, por Dios!

La habitación del hotel, Hanbin y la panorámica de Incheon se diluyen también con la arena de aquel reloj, tapando toda entrada por la que pueda filtrarse la luz, volviéndolo todo oscuro aunque esté abriendo los ojos.

— ¿Quanrui? —pregunto al ver la sombra convertirse en reflejo cuando pestañeo adaptándome a la luz.

Esos ojos tan familiares para mi parecen ahora muy distintos mientras me miran con el nerviosismo propio de no saber qué hacer.

Mi respiración es lo único que se oye mientras él afirma con la cabeza ante mi interrogativa, y solo entonces, la sorpresa de verlo allí se transforma en algo más reconfortante. Un sentimiento que se une a la añoranza de ver cuánto lo he echado de menos durante este tiempo.

— ¿Qué...? ¿Dónde estoy?

— En casa... —susurra mientras me acaricia el rostro llevándose los restos de mi humedad en la frente. Pongo las manos en sus antebrazos como punto de anclaje, un modo de cerciorarse que esta es la realidad y no de la que acabo de regresar.— Estás en casa. Tranquilo. Solo ha sido una pesadilla...

¿Otra vez?

Miro alrededor con la respiración algo agitada mientras me incorporo, atrapado en las sábanas y veo mi habitación con otros ojos a cómo la miré cuando fui a dormir.

Está levemente iluminada por la lámpara de la mesita de noche, que proyecta nuestras sombras y la de cualquier objeto que se cruce con su haz de luz en el techo, haciendo que me estremezca.

Que poco han cambiado las cosas desde que era pequeño.

A día de hoy sigo temiendo la longitud de aquellas proyecciones oscuras, capaces de copiar nuestros movimientos y nuestra forma, desfigurándolas y alejándolas de lo que somos en realidad.

— Ha sido tan real... —murmuro sacudiendo la cabeza y centrando mi atención en Ricky de nuevo.

Los límites del sueño aún mantienen mi ritmo cardiaco disparado y hace que la presión que mantengo desde ayer, me oprima el pecho un poco más. Un recordatorio más de la culpabilidad y de saber que en el fondo, lo que antes parecía más conveniente, no es lo mejor.

Y quizá el viaje a Incheon hubiera sido muy distinto al de este sueño, tan distinto que muy probablemente toqué la felicidad con los dedos. Pero mi cerebro tiene otros planes para mí, y ahora me castiga recreando en contraposición y como un mal presagio tardío todo lo malo que podría haber ocurrido, cómo pasó hace tanto tiempo ya. De nuevo, sólo y perdido como aquel Zhanghao del pasado.

Habitación 038  - HAOBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora