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El sonido del intercomunicador se oye por encima de aquel ruido infernal.

— Bueno, Zhanghao, sabes como va esto... —dice Jaehyeong con la voz robotizada por el altavoz.— Cuando diga tres, contén el aire.

— Está bien... —respondo en un susurro intentando ponerme cómodo con aquella placa fría en la espalda.

La máquina de rayos X apunta directo a mi torso desnudo, la enorme cruz que proyecta la luz en color rojo parece no querer quedar recoveco que se salga de su rango, dejándome expuesto a su propósito.

Vagamente, me pregunto qué resultados darían estas máquinas si también fueran capaces de mostrar aquello que hace que se oprima el corazón a pesar de no tener males físicos.

— Una...dos...tres...aguanta, Zhanghao. —dice la voz distorsionada de Jaehyeong de nuevo.

Tomo una inhalación antes de aguantar el aire en mis pulmones mientras escucho el horroroso sonido que indica que la máquina está haciendo su trabajo.

— Muy bien. Hemos terminado, ve a la sala de espera hasta que te avisemos.

Asiento y colocándome mi ropa de nuevo, salgo al pasillo donde una Ningning aburrida mira los típicos carteles que advierten de los riesgos de los rayos X en las embarazadas.

Se gira cuando me oye llegar.

— ¿Ya?

— Sí. —digo en un susurro cansado mientras nos vamos a la sala de espera una vez más. Llevo mi mano al apósito del brazo para aliviar un poco la quemazón.— ¿puedes quitarme la vía, por favor? Esto no para de picarme...

— A ver, gruñón, déjame que le eche un vistazo... —dice acercándose mientras deja los bolsos y las chaquetas en una silla. Le cedo el brazo y lo giro para facilitarle el escrutinio.— No te está haciendo reacción. Espera un poco, solo para asegurarnos que no tienen que coger otra muestra.

— ¿Otra? —pregunto casi impaciente.

Cuando va a contestarme, escucho el tono de mi teléfono. Ambos miramos los bolsos desde donde proviene el sonido.

— Debe ser Hanbin, lleva llamando desde hace un rato... —murmura. La miro extrañado. ¿Por qué sabe quién está llamando?— ¿Qué? Lo has dejado sobre la mesa antes de entrar en consulta.

Con prisa, me lanzo hacia el bolso y busco rápido entre las miles de cosas inservibles que allí guardo hasta que doy con el teléfono, que vibra intermitentemente.

Pulso la tecla verde rápidamente y me lo llevo a la oreja.

— ¿Cielo...? —digo a la carrera, pero ya es tarde. Ha colgado.— Mierda...

— Déjalo, Haogie...luego podrás hablar con él. —dice mientras dejo el móvil con fastidio de nuevo en el bolso.— Será mejor que sea cuando estemos fuera.

Sé que Ningning tiene razón, y que quizá no es buena idea coger el teléfono en la clínica, pero, poca razón queda en mí desde el fin de semana pasado. Aún no sé qué le ocurre, ni siquiera mi insistencia en hablar por teléfono cada noche ha mejorado la situación y mi frustración cada vez es mayor. A eso había que sumarle que cada vez que podía se ofrecía voluntario para ayudarme a terminar eso que me mantenía tan ocupado, incluso tuve que inventar un congreso médico al que debía asistir sin falta, solo para poder seguir viniendo por las tardes a realizarme las dichosas pruebas sin levantar sospechas.

Mentir me suponía un estrés casi insoportable.

Hanbin seguía con la voz apagada, temblorosa incluso, y si antes me empeñaba en ser yo mismo el que nos atara de pies y manos, ahora, lo hacían estas malditas pruebas que han ocupado la mayor parte de mi tiempo libre y que me impiden ir en su busca, o que él venga en la mía.

Habitación 038  - HAOBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora