Capítulo 1: Te están esperando, Jack

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,,Diles quién eres" 

,,Diles donde está la decimoséptima niña" 

Una nueva mañana de primavera obligaba al gran jefe de policía, Jack Hoffman, a despertarse.

Era sábado por la mañana. Jack se levantó del sofá, en el cual se había quedado dormido el día anterior. Su casa era algo anticuada y estaba muy desordenada. Documentos y carpetas se esparcían por el suelo polvoriento del salón. Era una estancia algo acogedora. El sofá estaba bajo una enorme ventana cubierta por unas ligeras cortinas de color beige, las cuales bailaban al compás del viento dejando entrar los primeros rayos de sol de la mañana. El sofá era de un cuero marrón oscuro y desgastado; lo había comprado en unas rebajas en el setenta y nueve. Jack cruzó el salón esquivando las torres de carpetas en dirección al baño y entró cerrando la puerta detrás de él. Se detuvo frente al espejo para contemplarse en él. Jack era un hombre robusto y musculoso. Su pelo era largo y ondulado; este caía delicadamente sobre sus hombros y acababa en unos bonitos rizos dorados como la miel. Jack se rascó la barba de tres días que comenzaba a asomar bajo sus gruesos labios y sonrió.

-Va siendo hora de ir a la barbería...- pensó acercándose al espejo y ladeando un poco la cabeza para poder verse mejor. El baño era realmente pequeño, pero al menos la tormenta de papeles no había llegado hasta ahí. Algunos botes de champú descansaban plácidamente en el suelo junto a un bote de pasta de dientes mal cerrado. El grifo estaba algo oxidado, pero no goteaba. La ducha tenía una puerta de cristal translúcida azul pálido bastante antigua y descuidada en comparación al resto de mobiliaria del baño. Jack pasó la mano por el lavabo y comprobó la fina capa de polvo que la recubría. Suspiró. No le apetecía nada limpiar la casa, pero no le iba a quedar otra si no quería coger alergia al polvo o algo peor. Arrastro los pies en dirección a la ducha. Se quitó la camiseta perezosamente y la dejó caer sobre la vieja tapa del váter. Sus robustos pectorales destacaban mucho más que sus abdominales perfectamente trabajados. Desabrochó con un movimiento rápido sus pantalones dejándolos caer a sus pies. Sus piernas eran delgadas y fuertes, con más vello de lo normal. Abrió perezosamente la puerta de cristal deslizándola a su derecha, disponiéndose a entrar, cuando un la cabeza de una niña de unos seis años se asomó abriendo la puerta del baño de par en par.

-¡Papá!- gritó la niña.

-Dios santo...¿Qué demonios quieres? ¿No ves que estaba a punto de ducharme? Y la próxima vez llama a la puerta antes de entrar- dijo suspirando el pobre hombre

-La máquina de gofres no funciona- afirmó la niña convencida. Era de estatura media y tenía una preciosa cabellera dorada que, al igual que la de su padre, le llegaba hasta los hombros. Sus manos, que seguían sin soltar la puerta, eran pequeñas y rosadas. Sus ojos eran azules, pero al contrario que los de Jack, eran brillantes y amables. La niña, vestía un largo camisón azul que cubría con dificultad sus delgadas rodillas.

-¿Has probado a enchufarla?- preguntó Jack tratando de mantener la calma.

-¿Enchufarla? ¿Qué significa ''enchufarla"?- preguntó la niña con una mirada inocente. Sus humildes ojos azules lo miraban con curiosidad.

Jack suspiró y sonrió.

-El cable. En el cuadrado con agujeros de la pared. Eso es enchufar- dijo Jack mientras dejaba escapar una sonrisilla.

La niña asintió con una enorme sonrisa en los labios y volvió a cerrar la puerta con delicadeza. Jack entró a la ducha y abrió el grifo, dejando que el agua fría inundara su rostro. Sabía que un arduo día de trabajo le esperaba y quería disfrutar el momento de paz al máximo. Al salir, Jack se dirigía hacia su habitación para ponerse el uniforme cuando oyó el sonido de la tostadora soltando los gofres.

Lágrimas de LuzWhere stories live. Discover now