Capítulo 5: Tu príncipe azul

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El agradable olor del café recién hecho, despertó a Sarah. Esta se desperezó lentamente apartando las sábanas de su alrededor; había tenido un sueño increíblemente profundo. Sarah miró con los ojos entrecerrados hacia el techo.

- La bella durmiente se despertó ˜-canturreó Helen bailoteando hacia el sofá con una taza de café en la mano - Y desde que se despertó hace hora y media, su príncipe azul del baño no saliooó˜

Sarah dejo escapar una risita nerviosa arreglándose un poco el pelo con las manos.

-Muy graciosa, Helen- dijo Paul sarcásticamente asomando solo la cabeza desde la puerta del baño antes de volver a entrar.

-Llevas ahí una hora con treinta y siete minutos contados. ¿Que diablos estás haciendo?- dijo Helen con una sonrisa de lo más maliciosa -No estarás viendo videos de chicas en bikini, ¿verdad?

-Ja,ja,ja- dijo Paul irónicamente frunciendo el ceño volviendo a asomarse.

-Qué gracioso de tu parte que no vengas aquí y me digas lo que llevas haciendo hora y media... Parece que huevos no tienes...-dijo Helen intentando provocar a Paul.

-¡¿Qué no?!- dijo Paul irritado, saliendo del baño con la barbilla en alto. Iba empapado de pies a cabeza con tan solo una toalla atada a la cintura. El agua se deslizaba lentamente por su robusto cuerpo. Paul se sacudió el pelo con una mano echándolo hacia atrás y miro sonriente a Helen con los brazos en jarras. Sarah se sorprendió al descubrir el tatuaje que llevaba Paul; era una línea curva que iba desde el hombro derecho al izquierdo atravesada por pequeñas líneas verticales paralelas.

"No seas idiota. Puede estar buenísimo, ¡pero tú estás saliendo con Billy!" se dijo Sarah a sí misma.

Sarah se levantó del sofá y se dirigió hacia Helen. Se inclinó hacia delante dándole un beso en la mejilla y cogió el café que todavía sostenía en las manos. Helen sonrió, orgullosa, mientras volvía a la mesa a por la otra taza de café. Sarah se acercó la taza a los labios y probó el café. Los cafés de Helen eran humeantes y espesos, pero nada agrios. Tenía el mismo sabor delicado y dulce que Sarah tanto adoraba.

-Delicioso; como siempre, Helen- le agradeció con una sonrisa intentando no mirar a Paul. Helen sonrió orgullosa y se llevó a los labios su taza de café. Sarah cogió una blusa que había sobre la mesa del comedor y se la extendió a Paul.

-Ponte esto o tu hermana pensará algo raro- le dijo con cierta timidez. Paul levantó las cejas mientras la miraba sonriente. Normalmente, Sarah le habría lanzado la blusa a la cara o simplemente no habría dicho nada. La chica se terminó lo que le quedaba de café de un trago y dejó el vaso sobre la mesa.

- Yo tengo que ir a casa de Billy. ¿Paul, me dejas la camiseta por hoy? Tengo algo de prisa .

-Claro, no te preocupes por eso. Devuélvemela cuando puedas- respondió el chico quitándole importancia al asunto.

 -No llegues tarde- dijo Helen divertida mirando a Sarah con una sonrisa de oreja a oreja.

-Llegaré lo antes posible- rio Sarah -Bueno yo me voy a ir yendo ya.

-Pásatelo bien- dijo Paul esbozando una pequeña sonrisa

-Descuida, que lo haré- dijo Sarah saliendo de la casa.

Sarah bajó las pequeñas escaleras de la entrada y se adentró en la multitud de gente que llenaba la acera. Unas pocas nubes eclipsaban el cielo y el sol brillaba con fuerza. Sarah se acercó a la carretera y le hizo una señal al conductor de un taxi para que se detuviera.

-Al 5280 de Moore Street, por favor- indicó Sarah alegremente mientras entraba en el vehículo. El conductor asintió devolviéndole una sonrisa y puso en marcha el coche. Sarah se apoyó en el cristal del coche y observó lo que la rodeaba. Veía los coches pasando a toda velocidad a su lado, niños jugando... Todo aquello conseguía relajarla y alejarla de sus problemas.

-¿Le importa si pongo algo de música en la radio, señorita?- preguntó educadamente el conductor acercándose su mano a la radio del vehículo.

-Para nada, ponga lo que quiera- respondió amablemente. El hombre sonrió y encendió la radio. Sarah bajó la ventanilla hasta la mitad e inhalo una gran bocanada de aire. Tenía un mal presentimiento, pero no quería pensar en ello. El taxi se detuvo delante de una bonita casa blanca. La chica abrió la puerta del coche mientras rebuscaba en su cartera para pagarle al conductor y miró a ambos lados. Era extraño que en un día tan soleado como ese no hubiera prácticamente nadie en la calle. En ese momento, un escalofrió recorrió su cuello. Esta se estremeció y miro de nuevo a todos lados; sentía como si alguien la estuviera mirando desde algún sitio. Era una sensación muy desagradable, como si todos sus órganos se encogieran a la vez. Sarah tomó aire, pagó al conductor y salió del taxi dirigiéndose hacia la casa. Las hojas secas crujían bajo sus tacones blancos a cada paso que daba.

En la puerta la esperaba un chico de cabellos rubios recogidos en una coleta. Sus ojos azules lucían cansados miraban fijamente al suelo. Sarah caminó hacia la puerta y se puso de puntillas a pesar de sus tacones frente al chico dándole un ligero beso en los labios. Este, sonrió ligeramente y le hizo una seña para que entrara a la casa. La chica entró cerrando la puerta detrás de ella y se adentro en el largo pasillo hasta llegar al salón. El chico le hizo una seña y Sarah se sentó en el sofá dejando su bolso a su lado derecho. El joven se sentó en un sillón que había cercano al sitio en el que estaba sentada ella. Su casa era un loft de dos pisos decorada con multitud de telas colgantes y tiras de luces Led. William siempre había sido un hippie en toda regla. Colgado en su ventana, había un atrapa sueños de madera que años atrás Sarah le había regalado por Navidad. La suave brisa hacia que se meciera suavemente dando suaves golpes contra su ventana.

-Sarah, tenemos que hablar- suspiró el chico entrelazando sus manos entre sí.

-Claro, dime Billy- dijo Sarah sonriéndole con cariño mientras cruzaba las piernas.

-Lo primero de todo, quiero que te lo tomes con calma y que no te alteres, ¿vale?- dijo Billy mirándola a los ojos. Sus sentimientos eran difíciles de adivinar en ese momento. Sus ojos azules normalmente rebosantes de energía y felicidad, estaban ahora apagados y tristes También unas enormes ojeras habían crecido bajo ellos. Sarah lo miró preocupada, nunca lo había visto así de mal. El día anterior, cuando se vieron en la cafetería, parecía estar completamente bien. Algo muy importante debía de haber pasado para que Billy estuviera así de mal.

-Claro...- dijo Sarah comenzando a asustarse

-Lo nuestro no va a funcionar.


Lágrimas de LuzWhere stories live. Discover now