5

1.5K 58 5
                                    

Una brisa fría se metió por adentro de mi remera, y un escalofrío recorrió mi cuerpo, no tanto producto del frescor sino del temor a haber cometido el peor de mis errores.

De repente me asaltó una pregunta:  ¿De verdad Mafe me había sido infiel?

Era cierto que las pruebas eran contundentes, pero ahora ya no estaba seguro de nada. ¿Y si eso también formaba parte del plan de mi hijastra? Traté de recordar qué era lo que tenía en contra de Mafe: Una foto con una conversación muy comprometedora, que, si bien no era explícita, no dejaba mucha duda de su significado. Era una fotografía del celular de mi mujer, de eso no había dudas. Si eso era una trampa, significaba que alguien le había escrito desde un celular desconocido. Luego esa misma persona, o un cómplice, habría agarrado el celular de Mafe, después agendó el número para que pareciera que se trataba de un contacto ya existente, y finalmente se apoderó del celular para fingir la respuesta de mi mujer.

               Pero todo eso se me hacía muy tirado de los pelos. Era un plan muy arriesgado, que requería de bastante tiempo, y Mafe no era de dejar por ahí su teléfono por mucho tiempo. No obstante, no era algo imposible de ejecutar. Mucho más si el plan no era ejecutado por una sola persona, sino por dos, o por tres…

               Traté de hacer memoria sobre lo que decía el chat de mi mujer con el supuesto amante. El tal GC le recriminaba que por qué no le contestaba los mensajes. Ella le decía algo así como que él ya sabía que era casada. Pero había algo más, algo mucho más contundente y desgarrador. Maldije el hecho de no poder acceder a mi celular para releerlo, aunque sabía que eso solo serviría para torturarme más. ¿Qué era eso otro que se habían dicho? Ah, sí. GC le preguntaba si se había arrepentido, y ella le decía que no. Y ahí era donde le recordaba que era casada. ¡Mierda! La conversación había sido demasiado realista. Si eso era parte del engaño, lo habían hecho magistralmente. Si alguien quisiera fingir una infidelidad, lo primero que pondría en esas falsas conversaciones sería algo mucho más explícito, algo como: “qué rico polvo nos echamos el otro día mientras la cornuda de tu mujer  estaba trabajando”. Bueno, quizás estaba exagerando, pero la cuestión es que la conversación que me había llegado al celular había sido muy incriminatoria, pero, sobre todo, muy verosímil.

               En todo caso, si mi mujer no me había engañado ¿debería estar feliz o triste por eso? Una de las razones por la que di rienda suelta a mi lascivia había sido porque había dado por hecho que ese chat era real. Eso me había permitido tener esos acercamientos con Daniela, cosa que me llenó de júbilo. Pero ahora podría ser que lo que en realidad estaba haciendo era destruir mi relación con una hermosa e inteligente mujer. No me encontraría con otra como ella ni en mil años. El alivio que podía llegar a experimentar si su traición no había existido, dejaba inmediatamente lugar a la desesperación por haberle sido, infiel con su hija.

               Estaba furiosa. Me habían hecho tocar el cielo con las manos, y ahora resultaba que solo estaban jugando conmigo. Aunque, de todas formas, había cosas que no terminaba de comprender. Si todo era una farsa, ¿Por qué llegar al punto de practicarme una felación? Eso no me cerraba por ninguna parte. Una cosa eran unos manoseos por aquí y por allá. Mujer tan llamativa como ella probablemente estaba acostumbrada a encontrarse en una situación como esa con cierta periodicidad, sobre todo cuando salía a bailar y el alcohol se apoderaba de los pendejos de su edad. Pero ir hasta mi cuarto a hacerme una mamada…

Estaba muy aturdida. Se me ocurrió salir a la calle para despejar un poco la cabeza. También podría aprovechar para llevar mi celular a alguno de los comercios del barrio y pedirles que me lo cargaran, por al menos media hora. Una vez que pudiera encenderlo, llamaría a Mafe, e iría directo al grano: ¿Me había engañado o no? Había postergado ese momento por mucho tiempo, y las condiciones de ese fin de semana habían contribuido con ello. Pero ya era hora de tomar la iniciativa.

Mi odiosa hijastra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora