Capitulo 1

55 4 4
                                        

Mi nombre es Alex Fall segunda heredera de la casa "Otoñal", siempre he deseado poder tener una vida tranquila, supongo que por un momento la tuve, aunque no duro mucho...

Desde el momento de mi nacimiento se podía saber que no era deseada por muchas personas, para ser mas explícitos, por nadie, todos se mostraron fríos durante mi crianza, no era de esperar las pocas interacciones con mis padres, podrían decirse que eran nulas; en parte lo eran.

Fui creciendo y al cumplir la suficiente edad me enviaron a un internado, esos lugares donde solo asistían niños problema dentro de la alta sociedad, inmediatamente supuse que yo también era de esos mismos jóvenes, aunque siempre me mortifico la razón de mi estadía en esos lugares, nunca tuve intención de preguntar, nunca tuve la voluntad de nada, ni siquiera de causar problemas. Como se ha de esperar en esos lugares se tiene un tiempo límite, no puedes vivir ahí para siempre, por lo que conocí infinidad de instituciones.

Siguió así hasta cumplir los 10 años, fue cuando pude regresar a casa...

Esta era una enorme mansión, encima de una colina llena de un verde pasto, enormes jardines inundados de rosales y algunos cuantos pinos simétricamente plantados, la inmensa residencia a la que se le podía llamar "hogar" era de un color rojo obscuro con fachadas tiesas aburridas y muy rectangulares, había sido construida al excepcionalmente frio gusto de mi padre, en las ventanas había rejas negras que casi no se distinguían del color de la pared, impedían la entrada o salida de luz en ellas mismas.

Eso lo miraba desde el camino, a la orilla del sendero que me conducía hasta esa lúgubre vivienda. El carruaje se movía de un lado a otro meciéndose lentamente, parecía arrullarme, me había quedado dormida más de tres veces en el largo viaje desde mi último internado, solo escuchando el sonido de las herraduras del caballo al caminar era tan relajante; pero conforme nos acercábamos a nuestro destino, me parecía desesperante e insoportable. Al fin habíamos llegado y el chofer abrió mi puerta, él vestía un traje negro con corbata y un sombrero de copa, bajé y me enfrenté cara a cara el enorme pórtico de pino que impedía el paso a cualquier extraño o persona no invitada, en ese momento deseaba ser una de aquellas personas. Al entrar todos los sirvientes se encontraban situados en una fila a cada lado de una horrible alfombra color vino.

-No me agradan los gustos de mi padre para la decoración- me dije a mi misma.

Camine hasta donde empezaban las escaleras principales y me encontré con una mujer, de altura media, hermosa figura, pelo castaño lacio y unos ojos llenos de ternura y alegría cada que me observaban, dejé caer la pequeña maleta que traía conmigo y corrí a abrazarla al mismo tiempo que ella extendía sus brazos para recibirme.

-¡Mamá!- grite contenta.

-Me alegra que hayas vuelto, bienvenida- susurro mi madre. Pero rápidamente toda señal de alegría y dulzura desaparecieron.

Ella me condujo por un largo pasillo lleno de retratos de antecesores que se había hecho cargo de la casa Otoñal, no me gustaba la forma en la que parecía que todas esas pinturas me seguían con la vista. Llegamos al final del pasillo, que atravesaba toda la mansión, terminaba con una puerta, mi madre la abrió y consigo se extendía un enorme bosque, caminamos muy dentro de este, por mucho tiempo, estaba cansada e incómoda, mi madre no dirigió palabra conmigo en todo el trayecto, a donde quiera que fuera nuestro destino, ya quería llegar; cuando a lo lejos se lograba distinguir algo, al acercarnos me di cuenta que había un pequeño jardín con una mesita y sillas blancas, rodeadas de tulipanes, mis favoritos, y unos cuantos pasos más adelante se encontraba una pequeña casita, parecía de muñecas, pero con el tiempo descubrí que era más grande de lo que se veía por afuera. Mi madre siguió caminando y entro a la choza, me hizo una seña de que la siguiera; al entrar encuentro que está vacía y solo hay dentro una señora grande, en todos los aspectos: alta, ancha y probablemente de edad avanzada, me dio miedo al verla por primera vista, pero en los internados se me habían mostrado situaciones con personas que daban mucho más miedo que ella y las había superado, así que resistí el instinto de esconderme detrás de mi mamá como lo había querido hacer en aquellas situaciones.

-Ella será tu niñera de ahora en adelante- al fin dijo mi madre.

– ¿Por qué debe ser ella? ¿Tú no me puedes cuidar?- pregunte con la esperanza de que me digiera que al menos solo seria los fines de semana o algo parecido.

–Yo no puedo cuidarte así que trata a esta señora como si fuera tu segunda madre, otra cosa, tu vivirás en esta casa de ahora en adelante, tienes estrictamente prohibido el tan solo acercarte a la mansión, todas tus cosas serán traídas aquí- dijo mi madre con tono enojado pero con una expresión de tristeza en todo su rostro, voltio hacia ahora mi nueva niñera.

– Cuento con que harás bien tu trabajo, ¿De acuerdo?- le dijo a ella.

-Si Madame- respondió la niñera junto con una pequeña reverencia, mi madre dio media vuelta y se fue como si yo no me encontrara enseguida, tenía ganas de llorar pero al cerrarse la puerta la niñera se movió...

-¡ATENCION!- grito mientras que yo di un pequeño brinco de susto –Yo soy su niñera de ahora en adelante y por lo tanto deberá obedecer lo que le diga- yo solo movía mi cabeza de arriba hacia abajo en forma afirmativa y me ponía en posición de firmes como si fuera un guardia en un castillo

–Mi nombre es Nana Mili- prosiguió ella, en lo personal pensé que el nombre de Nana le quedaba como añillo al dedo en su trabajo, pero no en su actitud y aspecto físico.

Cuando termino de darme un discurso sobre como ella se había salido del ejercito porque a los soldados no les gustaba como cocinaba y que el único trabajo que consiguió fue el de niñera, salimos fuera de la casita a la que yo proseguí a nombrarla "Dolly" por su parecido a una casa de muñecas. Era de rosa pastel, con enredaderas en las paredes, ya que la observe mejor definí que le daban un aire rústico, fuera de la casa vimos un montón de baúles y maletas con todas mis pertenencias.

-No pensé que fueran tan rápidos- quise decir pero todavía estaba impactada con lo que acababa de suceder hace menos de media hora.

Ya que solo éramos dos personas fue mucho trabajo el meter todo eso y acomodarlo, nos llevamos todo el día y a la mañana siguiente todavía faltaba mucho. La casa tenía dos cuartos, un baño, una cocina y un pequeño comedor junto con la sala, todo era elegido por mí y a mí gusto. Después de un tiempo quitamos algunas partes de la sala para poner una pequeña biblioteca, que más tarde cubriría la mayoría de la casa, si, por si no es muy obvio, me gustaba mucho leer; en cuanto a mi cuarto, era pequeño, solo había un tocador y mi cama a un lado de un ropero que casi no tenía vestidos, al contrario tenia ropa sencilla que cualquier "campesina" usaría.

Nana me dio miedo la primera vez que la vi pero sabía que tendría que acostumbrarme a ella y sería mejor si nos lleváramos bien, el segundo día que estuvimos en Dolly ella preparo un riquísimo almuerzo que después comento que no le habían permitido preparar en el ejército, mientras tomábamos el té intercambiábamos experiencias, ella del ejército, le obsesionaba como lo pude notar, y yo de mis compañeras del internado, esa tarde no pensé en mi familia, sabía que ellos tampoco pensarían en mí, así que trataba de disfrutar mis días tranquilos, aunque no dudaron mucho.

En una de las tardes de verano Nana se sentó junto a mí mientras leía y empezó una pequeña conversación.

-¿Solo lee libros todo el día?-

-Si, a eso me acostumbraron en los internados, si no hacías desorden no te regañaban -

-¿No sabe jugar afuera como las otras niñas de su edad?-

-No sé cómo jueguen ellas así que no sabría decirle-

-¿Le gustaría que le enseñara?-

La voltee a ver con cara de entusiasmo, yo quería saber más cosas y divertirme como se suponía que debía hacerlo así que sin casi pensarlo le dije que sí. Me enseñó a jugar a muchas cosas como por ejemplo: a las escondidas, a la rayuela, la cuerda, entre muchos, también me mostro como coser ropa, así no tenía que comprarla y solo arreglar los vestidos mientras crecía, también a hacer muñecas, era divertido estar con Nana cuando recordaba lo mucho que le temía al principio me enojaba conmigo misma.


Otoño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora