-Capitulo 6-

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El padre, ante la sorprendente determinación de Seojun, le dijo: "Hazlo, sé que allá afuera no podrás sobrevivir solo."

Seojun abandonó la habitación, evadiendo a su madre, quien rogaba que no se fuera. Ignorando sus súplicas, él continuó su camino.

El padre, en la habitación, se encontraba sorprendido de que su hijo hubiera tomado la decisión de irse con tanta determinación. Al reaccionar, salió para comprobar si Seojun realmente se había ido, y así fue; Seojun ya no estaba.

Mientras Seojun caminaba por las calles, se topó con una señora amable. Ella, notando el estado pálido de Seojun, le dijo: "Dios mío, estás pálido chico. Ven, entra a mi casa, te limpiaré esas manos."

A pesar de la negativa inicial de Seojun, la señora continuó rogándole hasta que, sin más opción, él asintió.

Dentro de la casa, Seojun notó la presencia de una niña pequeña de 8 años. La niña, curiosa y llena de energía, le preguntó a Seojun: "¿Quieres jugar conmigo?, me llamo Soyeon"

Soyeon, con un nombre que resonaba en la memoria de Seojun como un eco de su pasado con Jiyeon, hizo que contuviera sus lágrimas. La habitación, llena de silencios incómodos, se vio interrumpida por la preocupación de Soyeon.

 "Hija, el chico debe comer. Deja de molestar. Tráeme unas vendas para él."

La niña de la casa, asintió y salió apresurada en busca de las vendas. Seojun, perdido en sus pensamientos, observaba cómo se desplegaba un gesto de generosidad en medio de su desesperación.

Cuando Soyeon volvió con las vendas, la señora, con manos hábiles y delicadas, comenzó a curar las heridas de Seojun. Cada contacto era una pequeña muestra de humanidad que, de alguna manera, comenzaba a aliviar la herida emocional de Seojun.

Soyeon, siendo una niña atenta y curiosa, trajo un platón de comida y acercó la cuchara a Seojun con una sonrisa. La habitación, antes cargada de desesperanza, comenzó a llenarse de la energía contagiosa de Soyeon.

Seojun, con hambre acumulada por días de ayuno, tomó la cuchara y el plato. Cada bocado era un encuentro con la gratitud y la necesidad. Soyeon, observando cómo Seojun devoraba la comida con avidez, sonreía con la satisfacción de ayudar a alguien en apuros.

"¿Tienes más?" preguntó Seojun, rompiendo la barrera del silencio. La respuesta estaba en el gesto cálido de la señora Yeon, quien asintió con ternura, ofreciéndole no solo comida, sino un destello de esperanza en su difícil situación.

La señora asintió y le trajo más comida. Seojun, consumido por el hambre y la necesidad, devoraba desesperadamente cada bocado. Entre cada cucharada, la señora, con gestos de ternura, le acariciaba el pelo. En ese simple acto de cariño, Seojun sintió una conexión inesperada, un amor reconfortante proveniente de una persona que ni siquiera era su madre. La habitación, antes cargada de tristeza y desesperanza, empezaba a llenarse con un atisbo de calidez que él no había experimentado en mucho tiempo.

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