El secreto de Gabriel y Adriana

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Pasaron varios días desde que volví a dormir junto a Gabriel y Adriana en la misma casa. Ya echaba de menos poder volver a dormir en una cama tan cómoda cómo la que tengo en mi casa. Hogar, dulce hogar. Claro, ahora que me queda, ¿pasar la vida así de normal?

Me desperté a las 8 de la mañana y me fui al comedor a desayunar. Únicamente estaba Adriana, tomándose el desayuno.

-Buenos días, Adriana -le dije medio dormida-

-Buenos días, Pauli -me dijo ella muy contenta- ¿Cómo has dormido?

-¡Muy bien! ¡Hoy he soñado cosas muy guays! ¿Y tú?

-Mal. He tenido una gran pesadilla. Todos a mi alrededor morían desangrados.

-Oh. Me recuerda a aquella pesadilla que tuve hace varios días atrás. A propósito, ¿que vas a hacer hoy, Adri?

-Tengo que ir con Gabriel a un lugar -me dijo muy seria-

-¿Que lugar es, si se puede saber? -le pregunté muy curiosa-

-Es uno... que tú no quisieras ir. Sólo nos atañe a Gabriel y a mí. Lo siento, hermanita.

-Adriana, ya sabes que no me gusta el secretismo. ¿Que hay de malo en qué yo lo sepa? Nadie se va a morir, digo yo.

-Es un secreto, Pau.

Minutos después, Gabriel, quién estaba en el cuarto viendo la televisión, vino, desayunó y, junto a Adriana, se vistieron y se fueron, dejándome a mi sola.

-¿¡Pero a qué viene tanto secretismo!? -dije yo muy extrañada-

Ante tal situación, no podía hacer de más que salir de casa y averiguar hacia donde iban.

Pero, con lo que contaba y a la vez no contaba, era que ellos iban a ir en coche.

-¡Mierda, mierda! ¡Que se van en coche! -dije-

Una moto se paró en seco y me pitó.

-¿Pero qué...? Sí no estoy en la carretera -observé extrañada-

El motorista que me pitó se quitó el casco. Era nada más y nada menos que Joan, mi novio.

-¡¡Joan!! ¿¡Tienes una moto!? -dije sorprendida-

-¡Sí, Paula! ¡La tengo desde hace 5 meses! ¿¡Quieres subir!?

-¡Claro! -estaba tan sorprendida que claramente iba a aceptar-

Me subí al asiento trasero de la moto, cogí el casco de repuesto y me lo puse.

-¿¡Qué!? ¿Cómo me queda el casco? -le pregunté-

-¡Muy bien! -dijo Joan sorprendido- ¡Venga, vamos a dar una vuelta!

-Joan..., sobre eso... -viendo que la única forma de alcanzar el coche de mis hermanos era yendo en moto, tenía que pedírselo- Necesito que me hagas un favor.

-¿Que favor? Por tí me atrevo a ir a altas velocidades si hace falta.

-Necesito que persigas a ese coche rojo de allí -le señalé al coche de mis hermanos, que ya casi dejó de verse-

-¿Quienes hay en su interior? -preguntó sorprendido-

-Son mis hermanos. No quieren decirme adónde van.

-¿Y quieres perseguirles para resolver esa duda de una vez por todas?

-Si. Joan, eh, escucha, posiblemente nos multen, pero, ¿podrías perseguir a ese coche?

-¡Vamos! -dijo arrancando motores-

-¡¡Muchísimas gracias, de verdad!! ¡¡Esto te lo debo!!

Joan se puso "moto" a la obra para perseguir al coche.

El vacío de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora