El enfrentamiento final: ¡Paula VS Claudia!

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Ya no hay vuelta atrás. Sea lo que sea que vaya a pasar, no me puedo permitir perder. Tengo que defender lo que he perdido, a aquellas personas a las que siempre juré estar para siempre. No voy a dejar que Claudia se salga con la suya, no, no voy a dejarlo. Claudia, prepárate para ver por cuenta propia las consecuencias de tus actos. Pienso pelear hasta que no pueda más, ¡hasta que me duelan los puños! Claudia... ¡Prepárate! ¡No me pienso rebajar! ¡Voy a luchar por el nombre y la defensa de todos a los que te has cargado!

Estaba en la puerta del teatro, jadeando por el hecho de que había venido corriendo, órdenes de Ari, la hermana mayor de Joan. Sabía que si quería salir victoriosa o, al menos, intentarlo, tenía que tener todas mis fuerzas intactas.

Claudia, que hasta de pronunciar tu nombre me entran ganas de vomitar, la venganza... ¡se sirve en un plato frío!

De repente recordé que Ari me había dado un anillo, regalo de Joan por mi vigésimo aniversario que jamás podré disfrutar con él. Mierda... Claudia, ¿por qué demonios tuviste que llevarte la vida también de la persona a la que más enamorada estaba yo? Encima que me lo querías arrebatar, va y lo matas... Eres una hija de puta, Claudia. Ojalá te follen tres camellos con sida.

Cogí el anillo y lo miré fijamente. "El anillo que da suerte", ¿eh? Yo no creo en supersticiones ni cosas así pero habrá que comprobar si dicen la verdad.

Sin más dilación, me puse el anillo y después, entre en el teatro.

El teatro en el que se iba a disputar la pelea definitiva era grande.

Sabía de antemano que, si iba a acabar luchando contra Claudia en aquel lugar, iba a ser en los escenarios, ya que es la zona más grande de un teatro.

Nada más dar dos pasos, hubo un recuerdo que siempre perdurará en mi memoria que se me apareció de repente: la última persona en morir. Aquel chaval tan majo que trató de dar su vida por mí, el mismo que me hizo feliz y el que me hizo vivir millones de recuerdos bonitos. No puedo creer que me querías robar a mi novio, Claudia, y encima va y lo matas, ¿¡es que qué sentido tiene!? Joan, amor mío, que ahora estás en los cielos, ¡juro que esto no va a quedar así! ¡Tú muerte no será en vano!

Crucé varios pasillos, demasiados pasillos diría yo. Los nervios estaban a flor de piel. Esto podría llevarse mi vida, posiblemente, pero después de que esa misma persona se haya llevado la vida de mis seres queridos ya no me importa.

Y allí, en medio del escenario, estaba.

Iba vestida con una sudadera blanca y una falda acortada de color negro, ¡también llevaba falda! Iba también acompañada de una chaqueta de lana y unas bambas deportivas.

Subí al escenario.

No sé si ya se había percatado de mi presencia, pero no me atrevía a soltarle palabra. No voy a ir directamente al grano y le voy a pegar. No, no. Vamos a hacer como en los videojuegos: primero la charla y luego el combate.

Ella no me estaba viendo, gesto que agradecí enormemente porque os juro que no me sentía preparada, iba a tener que luchar con todas mis fuerzas para defender todo lo que antaño amé y tenía mucho miedo. Podían pasar dos cosas muy diferentes: o moría o salía ilesa del asunto. Siendo sinceros, sabía que mi destino estaba fijado y cuál iba a ser mi final, pero aún así lucharé con todas mis fuerzas. Un soldado que se precie llamar así ha de darlo todo, aunque caiga en combate.

Este combate no lo va a ver nadie, menos mal. Iba a ser un combate dónde las únicas involucradas íbamos a ser Claudia y yo. En este tipo de momentos y estando en un teatro lo ideal sería que hubiese público. Gente que compraste entradas y palomitas y apostase para ver quién ganaba; si ella, o yo.

El vacío de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora