El espejo

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- Odio a la gente.

- Quién no.

- No, realmente, creo que tengo un problema. Desde el fondo de mi corazón, no soporto la idea de convivir con los demás, de coexistir con los demás. Es una sensación muy extraña.

- Y si odias tanto a la gente, ¿cómo es que estás aquí, hablando, conviviendo conmigo?

- ¿Qué otra opción tengo? ¿Recluirme en mi cuarto toda mi vida como si mi madre no me fuera a sacar y obligar a socializar?¿Me mato? ¿Traumo a mi familia? Ojalá fuera tan sencillo despegarme de la sociedad y las personas. Ojalá fuera tan sencillo despegarme está mancha negra que cubre mi mente y me dice todos los días que debería dejar de intentarlo. Que debería dejar de fingir ser un humano funcional. Mi yo real, este ser despreciable que desea más que nada vivir en soledad, no puede existir en este mundo. Es imposible.

- Pero tienes amigos.

- ¿Conoces a alguien que sea funcional y no los tenga? Piénsalo. ¿Tengo de otra? ¿Realmente tenemos opción? ¿Tenemos amigos porque nos obligan a tenerlos o porque queremos? El ser despreciable piensa lo primero. No, si tuviera opción, ni siquiera querría tener amigos. Es la triste realidad de mi persona. ¿Pero cómo podría admitir esto frente a los seres que amo? Te diré algo, querido espejo, si no he ocasionando un tiroteo es porque la sociedad es la que me está matando y no viceversa.- rió, su pelo le cubría la cara y estaba cabizbaja viendo sus piernas. No sabía si seguir viendo al espejo, hablando sola, comentando sus pesares con la única persona que la conocía mejor que nadie.- No, no quiero matar gente realmente. Aunque, ¿sabes? Quizá mi vida sería más sencilla si fuera una asesina, lidiar con la gente ya no sería tanto problema, pero limpiar el desastre, ugh, qué trabajo. Y odio mancharme las manos. No, olvídalo, para matar gente tienes que HABLAR CON ELLOS TAMBIÉN, para guiarles al lugar en el que quieras acabar con su vida. Dios, qué tontería, hasta asesinando gente tendrías que hablar, que socializar con tus víctimas.

- Esas bromas te van a llevar a la ruina un día.
- Ni siquiera estoy bromeando. Hasta las acciones más siniestras requieren el terrible esfuerzo mental y físico de hablar con los demás, estoy sorprendida ante esta revelación. El mundo es absurdo.

- No puedes odiar tanto socializar, ¿o sí? Literalmente hablas con personas todos los días.

- Y todos los días quisiera arrancarme la boca para asustarlos y que no me vuelvan a intentar a hablar más, además, yo también me quedaría sin la capacidad del habla, qué maravilla. Pero como dije, ojalá fuera tan sencillo. En su lugar tengo que repetir palabras y frases mil veces para que no salgan de manera nerviosa de mis labios, si hago reír a la gente es aún mejor porque sé que no cometí un error al hablar, lo malo es que cuando haces reír a los demás terminan por buscarte más y es sumamente cansino. Al final es un bucle del que no puedo salir. Me gustaría poder ignorarlos a todos y que todos me ignoren, me gustaría ser nada. En su lugar... No puedo estar a lado de alguien sin que me palpite horrible el corazón, preguntándome en qué momento me va a decir que odia mi compañía y que sabe que no soporto estar a su lado. Muy dentro de mí, me gustaría que todos me odiaran genuinamente, quizá así sería más fácil dormir para siempre.

- ¿Y cómo es que siempre parece que disfrutas verdaderamente de la vida y de los demás?

- Te diré algo, espejo, al final todos solo se ven a sí mismos y piensan solo en ellos mismos. ¿No lo hago yo, hablando de los demás como una plaga en mi vida? ¿Como algo que tengo que soportar? Ellos hacen lo mismo, solo piensan para sí. Así somos. No hay tiempo para mirar a los demás y realmente preocuparse por ellos. Recuerdo llorar al lado de la gente, sin nadie darse cuenta. Recuerdo hacerme daño frente a todos sin que una persona lo notara. Recuerdo decir lo mal que estoy y aún así todos esperar que los haga reír y que me ría. Estoy muriendo frente a todos pero todos también lo están. Es hora de aceptarlo, espejo, no le importamos una mierda a nadie y a mí tampoco me importa una mierda nadie.

- Expresas tu propio odio a ti misma a los demás.

- Sí. Soy un reflejo de mis emociones.

- Y yo no estoy de acuerdo. Yo creo que sí puedes llegar a sentir felicidad entre seres humanos.

- Puedes intentar convencerte de eso cuanto quieras. Sabemos la realidad de esta miseria, porque somos la miseria.

- ¿Por qué?

- Quizá Dios me odia, quizá así nací, quizá así me volví. No tengo idea. ¿Importa?

-...

- Dime, ¿importa?

El silencio se hizo presente. Las respiraciones agitadas y los sollozos al fin se escucharon claramente después del monólogo. No tenía ganas de seguir con esta conversación. Y sin embargo, su mente seguía divagando entre escenas y pensamientos indignos de alguien a quien los demás consideraban una persona buena, amable y alegre.

- Un día saldré y me comeré el mundo como una manzana envenenada, esperando mi muerte dolorosa sin ansiar por ningún salvador que me repare. Un día, espejo, seré yo quien esté del otro lado y no podrás esconderme nunca más.

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