Diecinueve

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Entro a la casa tan sigilosamente como puedo cerrando lentamente la puerta detrás de mí para no dar un portazo

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Entro a la casa tan sigilosamente como puedo cerrando lentamente la puerta detrás de mí para no dar un portazo. El apartamento está en silencio, como si no hubiera nadie aquí, y suspiro de alivio.

—¿Dónde diablos has estado todo el día?— Gritando por el susto, me giro para encontrar a mi padre de pie en la entrada del pasillo, justo al lado de su preciada posesión: la pintura gigante de Andy Warhol que cuelga en la pared.

Intento sonreírle.

—¿Qué quieres decir? Fui a la galería de arte.

—Eso fue hace horas. —Él entrecierra los ojos hacia mí, como si estuviera tratando de ver dentro de mi cabeza. —¿Estuviste en la galería todo este tiempo?— Lentamente niego con la cabeza, pero no digo nada. —Ven conmigo. —Se da vuelta y se dirige por el pasillo.

No tengo otra opción que seguirlo, entrando en la sala de estar donde espera mi madre, vestida impecablemente con un elegante vestido negro, con una copa de vino en la mano. Su sonrisa es quebradiza cuando su mirada se encuentra con la mía, permaneciendo en silencio. Ella nunca ha sido mi aliada. No sé por qué siempre pienso que podría serlo. Es una causa perdida.

—¿Cómo llegaste a casa, jovencito? —Esto es de mi padre, que se ha vuelto hacia mí, con el ceño fruncido en su rostro.

Es un hombre guapo. Ligeramente calvo, gris en las sienes. Ojos color avellana que siempre están llenos de preocupación cuando aterrizan en mí.

Me pregunto si él se preocupa por mí constantemente. A veces parece que eso es todo lo que hace.

Pienso en mentir, pero al final, lo más probable es que me saque la verdad de todos modos. 

¿Omitir algunos datos también es una mentira?

Tal vez no.

—Regresé a casa en auto.

Levanta las cejas.

—¿Auto de quién? Porque no era el mío. El conductor me llamó preso del pánico hace un par de horas, Jimin. Diciendo que nunca lo contactaste para que lo recogiera. Cuando fue a la galería, se dio cuenta de que ya te habías ido.

—¿Entró en la galería? —La culpa me inunda. Estoy seguro de que está escrito en toda mi cara.

—Condujo por todo Tribeca, tratando de encontrarte, y simplemente te vio salir de un restaurante con alguien.

Estoy mareado por sus palabras, y caigo en el sofá detrás de mí.

—¿Quién?

Papá da un paso hacia mí, empujando su teléfono para que esté en mi cara.

En la pantalla hay una foto mía y de Yoongi saliendo de Two Hands juntos.

Estoy sonriendo.

No creo que me haya visto tan feliz antes.

A Millon Kisses in Your LifetimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora