Fuego

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Tosía mucho gracias a la cantidad de humo que había en toda la clínica, le ardían los ojos gracias a ello se cargaron de lágrimas y no podía ver a su paso.

-Mierda... - se quejó. Se limpia los ojos para aclarar su visión. -No voy a morirme calcinada, no te daré el gusto bastardo. - murmuró entre dientes.

Buscó la manera de salir de ahí con vida.

Tomó un camino esperando poder encontrar una salida pronto.

Horas atrás, Bárbara estaba con su psiquiatra como siempre en terapia, había confesado lo que se había dado cuenta desde días atrás.

Después de siete meses de tratamiento algo tenía que salir bien.

En San Fernando en un principio habían creído que ella no se repondría jamás, sin embargo allí estaba hablando normalmente.

-¿Ya lo sabe? ¿Ya no cree que está embarazada? - inquirió el galeno para estar seguro.

-Ya se lo dije, matasanos. No me lo haga repetir. - responde con mal humor.

-Lo siento Sra. Guaimarán, pero necesito que me lo diga, es para senciorarme. - agrega él con tranquilidad.

-No, no creo que estoy embarazada. - dijo con algo de fastidio.

-Muy bien, su salud ha progresado. Usted ya sabe de la ausencia de su hijo fallecido, como supongo que sabe de la existencia de su marido...

-Se equivoca, doctor. - interrumpe ella. -Desconozco de su existencia. - dijo con firmeza.

-Debo entonces poner en su expediente "recuperación aun en proceso".

-No. De nuevo se equivoca matasanos, yo dije que desconocía de la existencia de un supuesto marido porque yo, no me he casado nunca. - Bárbara hablaba con decisión.

-Pero el Sr. Luzardo...

-Santos Luzardo nunca fue mi esposo... Fue mi pareja pero, él y yo nunca hemos contraído matrimonio.

El psiquiatra le queda mirando, luego anota y por último indica que la sesión terminó. Bárbara fue llevada a su habitación, una vez estando en ese lugar le quitaron la camisa de fuerza.

Todo daba a indicar que la ex cacica estaba molesta, no era para menos, esa estúpida camisa de fuerza era muy incómoda pero, ya verán cuando salga de allí se las cobraría.

-Imbéciles. - murmuró una vez estando sola en esa fastidiosa habitación.

Siete jodidos meses ha tenido que soportar estar en un hospital para enfermos mentales, una cantidad de gente desconocida totalmente locos de remate y ella conviviendo a su alrededor.

-Llegará el día que saldré de aquí, para entonces solo habrá sido una pesadilla.

Mientras tanto tenía que vivir en esa pesadilla un tiempo más hasta que le dieran el alta.
Maldijo el nombre de la persona que la llevó hasta ahí, maldijo a su último enemigo y bastardo.

-Me las cobrarás Sapo, maldito puto. - murmuró entre dientes.

En tanto en la ciudad de Houston en un apartamento se encontraba el abogado Luzardo revisando unos papeles, pues estando allí por siete meses conseguió un trabajo de medio tiempo en un despacho de abogados, tomaba cualquier caso y gracias a dios pudo ganar todos.

-Ajá, sabía que encontraría algo importante aquí. - dijo subrayando en una parte.

El teléfono de su departamento suena un par de veces hasta que él atiende.

-¿Hello? - contestó. -Ah, doctor si. Dígame.

Esperó pacientemente a la noticia que tenía por decirle el psiquiatra, una sonrisa se dibujó en su rostro.

Por SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora