Rodeo De Fortuna

92 19 15
                                    

—No puedes dejarme. — dijo una voz gruesa y con furia. Caminaba detrás de la joven mujer tratando de alcanzarla.

Ella caminaba sin parar por la hacienda saliendo de esta e intentando ir hasta su amada yegua, lo iba a hacer sino fuera porque le tomaron de la muñeca evitando que realizara su cometido.

La tenía sujeta con fuerza así evitaba soltarse.

—Escúchame, tú te comprometiste conmigo y cumplirás la promesa de casarte. — siseó el hombre.

—¡Me casaría contigo sino fuera porque te metiste con otra! — escupió ella con rabia.

—Eso es mentira.— negó él. —Es una excusa que te inventaste para dejarme, para no casarte conmigo. — acusó él.

—¿Mentira? ¿Excusa? ¡Te vi imbécil! Ten un poco de vergüenza y acepta que me fuiste infiel.

—Habla la santa Marisela Barquero, ¿no? ¿A caso me negaras que no te metiste con Santos cuando él y tu madre estaban aquí siendo yo tu prometido? No te hagas la santita que los dos sabemos que eres una...

Marisela con su mano libre le respondió con una sonora cachetada, Gonzalo se volvió a ella con ganas de matarla y todavía se encontraba agarrándole fuerte de la muñeca por lo que apretó más su agarre. Haciendo que esta se quejara.

—No me vuelvas a pegar porque a lo próxima te la devuelvo. — amenazó él.

—Ah, suéltame que me haces daño. — dijo quejosa, quería librarse mas no podía, Gonzalo la sujetaba bien fuerte.

—Más daño te haré si me dejas.

—¡Suéltela! — dijo una voz que para ambos fue conocida.

Gonzalo quedó quieto por unos segundos.

—Suelte a la niña Marisela.

El gobernador se volvió a él.
—¿Y si no la suelto? ¿Qué me hará?

—No ande jugando con fuego porque se quemará, tengo una bala con su nombre y no dudaré en usarla. — amenazó.

—¡No le tengo miedo! — dijo con seguridad o eso creyó.

—Dígale entonces a su voz interna porque no copera con usted, desde aquí puedo sentir su miedo. — sonrió con burla.

Gonzalo algo intimidado la suelta, Marisela se aleja de este sobandose en el lado del agarre, tenía marcado su mano. Él igual tenía marcado un recuerdo suyo en su mejilla izquierda.

—Vas a volver a mi Marisela. Cuando te des cuenta que Santos Luzardo no te quiere, que te vio la cara. Eso te lo juro. — dijo él antes de marcharse en su camioneta.

Marisela soltó un suspiro de alivio una vez los dejó a solas.

—Gracias Melquiades, sino fuera por ti quien sabe en qué terminaría todo aquello. — agradeció la muchacha.

—No hay de qué niña, usted es hija de mi doña y no me perdonaría si a usted le pasa algo.

—¿Oíste todo verdad?

—Todo niña Marisela, cobardes son los hombres que maltratan a sus mujeres y las engañan con otras e inventan que están paranoica para no aceptar su cobardía.

—No creerá eso que dijo lo de Santos y yo ¿verdad? — preguntó con un poco de miedo.

—Yo no pienso nada, usted sabrá y lo que dicte su conciencia.

Marisela le mira con el ceño fruncido, su mano aún lo tenía sobre su brazo lastimado y se mantuvo pensativa.

«Yo estoy tranquila con mi conciencia.» se dijo con su seguridad internamente.

Por SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora